Flor Torrente: “Hoy busco pasarla bien”

En esta época minada por los mensajes virtuales y la inmediatez, Flor detiene el tiempo en el encanto de la charla: reflexiona, mira a los ojos, explica, no evade. En su hablar denota el trabajo interno que viene haciendo desde su adolescencia en busca del preciado bienestar emocional. Confiesa que hubo un momento en el que la vorágine laboral la llevó a tener ataques de pánico y hoy aprendió a priorizar la calidad de vida.

En ella habita una eterna aprendiz interesada en investigar hasta la raíz aquello que la eleve. “¿Viste cuando vas a dormirte y empiezan a caerte ideas espectaculares que tenías bloqueadas? En ese momento es cuando tu alma está más conectada con tu cuerpo”, explica para compartir aquello que aprendió en el Método Silva, una serie de técnicas para alcanzar la conciencia profunda. Ese audiolibro es su compañía en el camino diario que hace desde Escobar, donde vive, hasta el teatro Picadero, donde ensaya su próxima obra, en la que personificará a Ana Karenina (una adaptación de la novela de León Tolstói).

Viene de protagonizar Reparo, una película que filmó en la Patagonia, y en esa carrera camaleónica que construyó entre el cine, el teatro y la tevé, también se prepara para lanzar su primer disco como cantautora y estrenar MacAnimals, una serie de Disney.

De sus múltiples facetas, de su marca de indumentaria Helicia, de su novio y de las mujeres de su familia, comandada por su mamá, Araceli González, gira este encuentro.

¿QUÉ TE INTERESÓ DE LA OBRA QUE ESTRENÁS EL MES QUE VIENE?

En principio, amo la historia de Ana Karenina. Siempre me gustaron las tramas de época. Sumado a que está dirigida por Eva Halac, con quien hicimos Las Manos sucias... todo me cerró. A esta altura priorizo trabajar con equipos en los que haya buena onda y me sienta cómoda. Soy de mutar, puedo hacer cine, tevé, teatro, música. En cualquier caso, busco pasarla bien y rodearme de personas amorosas.

TAMBIÉN TENÉS TU MARCA, HELICIA. ¿ES DIFÍCIL EMPRENDER EN ESTE CONTEXTO ECONÓMICO TAN VOLÁTIL?

Es intenso. Cuando los precios suben a diario se hace difícil. Quizá en el imaginario está eso que sos “hija de” y tenés todo al alcance, pero nada más alejado. Me ha pasado de gastar hasta el último centavo de lo que ganaba como actriz para

pagar los sueldos de los empleados. Antes de la pandemia estuvimos por fundir porque no nos daban los números, ni los tiempos. Yo estaba haciendo teatro y tevé, y empecé a tener ataques de pánico. Aún sí, con mi socia, que es mi mejor amiga desde los 5, nos costaba soltar. Queríamos que Helicia fuera un legado para nuestros nietos.

¿CÓMO SE REINVENTARON?

Con la pandemia el mundo se frenó y nos dio el tiempo para repensar cómo salir adelante. Escuchamos las necesidades de la gente, pedimos un préstamo y comenzamos a producir barbijos. Después, medias y pantuflas. La demanda fue tan grande que nos permitió armar otra estructura y encontrar socios. Pasamos de casi fundirnos a crecer un montón. En ese sentido, me gustaría vivir en un país con mayor estabilidad.

¿TE IRÍAS A VIVIR AFUERA?

Sí. No tendría problema en empezar de cero en otro lado. Vengo de una familia de laburantes. Mi mamá empezó a trabajar a los 9 años, mi papá a los 14 y yo, a los 15. Ellos me enseñaron la cultura del trabajo. Vivir trabajando y, aun sí, sentir que nunca te relajás o que tenés que hacer malabares con la plata es frustrante.

¿QUÉ RECORDÁS DE LA DÉCADA DEL NOVENTA, DESPUÉS DEL BOOM DE LA BANDA DEL GOLDEN ROCKET QUE PROTAGONIZÓ TU MAMÁ?

Tengo muy presente la invasión que vivíamos. No existían los celulares y teníamos guardias de fotógrafos en mi casa. Se colgaban de los árboles para tomar fotos, se disfrazaban de mozos para meterse en cumpleaños. Una vez, mi abuela me llevó a la escuela y cuando me subió al auto se metió un periodista. En el fondo, pensaba: “Ni loca quiero seguir esta carrera”. Pero en mi habitación me la pasaba viendo los making off de todas las películas que puedas imaginarte. Cuando crecí entendí que, como en todos los ámbitos, hay cosas buenas y malas, y que es cuestión de cuidarse y poner límites.

¿QUÉ HEREDASTE DE TU ABUELA Y TU MAMÁ?

La fortaleza. Han sido mujeres fuertes. También el interés por el arte. Mi abuela era bailarina y mamá me dio las herramientas para evolucionar. De chica, hacía clases de música, baile, dibujo... En mi colegio de Ramos Mejía tenía 36 horas de Arte. Cuando terminé el secundario y aún no sabía que quería ser actriz, ahorré plata y fui a Nueva York para estudiar desde fotografía hasta Photoshop. Como tenía muchas inquietudes, busqué llenarme de saberes para llegar al lugar donde estoy hoy. Soy kamikaze y sigo mis instintos. Creo que con convicción, respeto y responsabilidad nada puede salir mal.

Y AHORA TE PREPARÁS PARA LANZAR TU PRIMER DISCO...

Es algo que me tiene muy feliz. Hace años vengo trabajando en mi música. Encontré un manager que me está ayudando a potenciar temas que tengo grabados. Hay un mix de pop, jazz, funk y de R&B. La idea es lanzarlo a fin de año.

¿CÓMO ENCONTRÁS EL EQUILIBRIO ENTRE TODO LO QUE HACÉS?

Hago muchísimas terapias, sobre todo, naturales. Las convencionales nunca me funcionaron. De chica viví situaciones fuertes a nivel emocional, entonces aprendí a hurgar en aquello que me hace bien. Conocerse es la clave para evolucionar. Entreno y me alimento sano, no para tener la cola en el cuello, sino para ganar energía. Hace años soy vegetariana, no consumo gaseosas, ni alcohol. Tampoco fumo, ni me drogo. Hago ayuno intermitente supervisado por una profesional que hace PNI (Psiconeuroinmunología). Medito todos los días y practico yoga. Creo que cuando estás bien por dentro podés transitar mejor cualquier situación que la vida te ponga en frente.

¿TE AFECTARON ALGUNOS DE LOS TANTOS MANDATOS SOCIALES QUE RECAEN SOBRE LAS MUJERES?

Cuando tenía 17 me bajaron de un trabajo porque una persona consideraba que estaba gorda. Fue muy violento, porque el tema tomó una dimensión enorme. En los noticieros hablaban de mí diciendo que me habían discriminado por gorda. ¿Entendés todos los mambos e inseguridades que me explotaron en la cabeza a esa edad? Fue un antes y un después. Atravesé una aneroxia nerviosa que me generó amenorrea. No me hallaba en mi cuerpo. No quería verme al espejo porque estaba mal internamente. Mi familia estaba preocupada.

¿CÓMO SUPERASTE ESA SITUACIÓN?

Hice tanto trabajo interno para reconstruirme... Caí en manos de médicos que tomaron malas decisiones. En un año me recetaron tres pastillas del día después para que me viniera. Mi mamá, en la desesperación, me llevó a un endocrinólogo que me dio anticonceptivos porque me dijo que podía quedar estéril. Una locura. Yo era una bomba de hormonas, odiaba el mundo, no quería salir de mi habitación. Lo único que hacía era leer, pintar, y tomar clases de canto y piano. Mi entrenadora de toda la vida me ayudó a revertir esa situación. La pasé mal por las presiones sociales que solo hostigan a las mujeres. Es como cuando te preguntan por la maternidad. A mí no me molesta que busquen saber si quiero tener hijos. Sí me jode cuando empiezan: “¿Y cuándo: ahora o en 5 años?”. ¡No lo sé! En este momento, no. Quizá, mañana sí. Trabajo mucho sobre mi conciencia y responsabilidad para elegir el momento de tener un hijo.

¿ALGUNA VEZ PENSASTE EN CONGELAR ÓVULOS?

El año pasado hablé por primera vez sobre eso en un viaje que hice con una amiga. Su hermana se casaba en Texas, no nos veíamos hace mucho y nos pusimos al día. Al volver charlé con mi ginecóloga. Cuando empezó a explicarme el proceso que implicaba congelar óvulos, pensé: “ni a palos entrego mi cuerpo a eso”. El día que quiera ser madre lo intentaré de modo natural y si no se da, puedo adoptar un niño. Hay tantos chicos sin familia en este mundo. Lo importante es el amor que uno tiene para dar.

EN LA PANDEMIA, QUIZÁ EL PEOR MOMENTO DE LA HUMANIDAD, TE PUSISTE DE NOVIA. ¡TAN MAL NO LA PASASTE!

Voy a decir algo medio polémico, pero para mí la pandemia tuvo su lado espectacular. No solo por eso. Yo estaba en una vorágine laboral con mi casa en obra. Estar obligada a quedarme quieta hizo que me reencontrara con mis cosas. Ordené, tiré lo que no servía, cambié la energía, volví a cocinar, algo que me fascina. Me di cuenta de que no quiero resignar mi calidad de vida por un trabajo. Fue un aprendizaje. Con Guido, mi novio, ya nos conocíamos y empezamos a charlar más. Cuando se abrieron las restricciones nos encontramos y no nos separamos. Hace casi tres años que convivimos. Es un compañero con quien puedo construir con tranquilidad y con el que comparto espacios donde los silencios no son incómodos. Tenemos un hogar amoroso y amable, y nuestra prioridad es ir cerquita y para el mismo lado.

Estilismo: Olivia Gonzalez Alzaga. Fotos: Martín Traynor