Pareja: no sos vos, soy yo

Pareja: no sos vos, soy yo

Los polos opuestos se atraen. Existen relaciones de parejas-desparejas. A unas las separa la brecha política. A otras, la actividad física. Ella corre 21km y él no mueve un dedo. Pero... ¿cuánto pueden estar juntos sin estallar? ¿Conviven (y son felices) el agua y el aceite?

03/06/2019 11:54

“El amor para mí sos vos”, le dijo Camila a Gastón en un momento. “Y punto”. Fue una sentencia arbitraria para una charla cargada de pareceres que ocupó todo el asado y la sobremesa. Pero de alguna manera convenció porque ahí se terminó. Camila y Gastón se quedaron mirando como si no hubiera ayer ni mañana: tenían la sonrisa dibujada, las manos entrelazadas. Son una pareja reciente –de tres meses–, que nadie del entorno que los conoce hace veinte años habría presagiado.

Ella viene de una familia tradicional de campo; él es hijo de hippies separados. Ella fue la primera del grupo en tener auto; él a los quince atendía un kiosco. Ella estudió ciencias económicas; él, artes visuales. Ella se mudó una sola vez, del pueblo a la ciudad; él tiene la mochila incorporada. Pero, con sus diferencias de base y recorridos, Camila y Gastón construyeron personalidades y cosmovisiones afines y, ahora, a los 33 años, llegaron a querer exactamente lo mismo: estar juntos.

La que sacó el tema fue Karina, que viene de su más reciente decepción amorosa y subió a la terraza protestando: “Lo elegí para que no hubiera chance de fallar y saltó la ficha por otro lado”. Juan, el usuario de Tinder en cuestión, tiene una foto de perfil “normal” y una descripción que parece escrita por la propia Karina: su misma profesión, gustos, cuadro de fútbol e intención dentro de esa red social: un vínculo sexo afectivo. Lo que a ninguno le pareció importante mencionar allí es su posicionamiento político; de hecho, cuando en la primera cita quedó expuesto de qué lado estaba cada uno, Juan, un divorciado con dos hijos, dijo que, para él, ser de derecha o izquierda no hace a la pareja; que se puede convivir tranquilamente.

“¿Qué?”, “imposible”, “atrasa”, reaccionaron en la mesa. Pero la anécdota sirvió para abrir la conversación sobre el tema que apasiona a la humanidad desde el comienzo de los tiempos. Cuando se habla de amor, cualquiera tiene algo para decir, una historia que contar, una opinión formada desde su momento particular en la vuelta al mundo de los vínculos amorosos. Esta vez como subtema se habló de “las diferencias”. Más o menos visiblemente, todas las parejas las tienen. En ocasiones serán motivo de atracción e interés, y otras, de conflicto y sufrimiento. En estos casos, el secreto es no hacerse los distraídos sino verlas en todo su esplendor, para elegir quedarse con lo mejor o tomar la siempre sana decisión de separarse. O ni siquiera llegar a comer un postre, como Karina y Juan.

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“No se debe caer en el facilismo de creer que hay una fórmula, ya sea ‘tenemos que ser iguales’ o ‘tenemos que ser diferentes’. Creo que lo único realmente incompatibe es cuando hay una postura ideológica muy fuerte, y justamente porque es ideológica, de principios. En todos los otros casos se trata de abrir diálogos”, opina el psicólogo Gustavo Casals.

En la mesa de la terraza, les llegó el turno de hablar a Celeste y Federico, el típico caso de pareja despareja que funciona bárbaro. Mejor dicho, le llegó el turno de hablar a Celeste, que está convencida de algo: “El amor es negociación”. Nutricionista e ingeniero en aplicaciones nucleares, a esta pareja la juntó la naturaleza –él escala, ella tiene un primo con el mismo hobby–, aunque Celeste es todo un ejemplar de bicho de ciudad: no sale a la calle sin maquillarse y tiene una colección de vestiditos de día que combina con carteras y zapatos. “La primera vez que lo vi estaba agachado mirando una fila de hormigas. Le faltaba la banana”, se ríe.

Cómo se llegaron a enamorar es un misterio para familiares, amigos y también ellos mismos. Celeste es melómana, a Federico hay que recordarle siempre quién es Ringo Starr; a ella le gusta el cine intelectual, a él las explosiones –“las de Los bañeros más locos del mundo…”–; ella toma un taxi por diez cuadras, él no puede quedarse quieto en la fila del supermercado. Con todo, llevan siete años ininterrumpidos de relación, seis de convivencia, decenas de vacaciones compartidas y viene un bebé en camino: “Si es varón elige el nombre él y si es nena, yo”, dice ella: “Todo es negociable”.

Gustavo Casals considera este ejemplo una muestra de pareja saludable: “En las relaciones, definitivamente todo se trata de negociación. Clínicamente, uno a las parejas siempre las tiene que incitar a que hablen, a que hagan pactos, que exterioricen lo que quieren y lo que no y hasta dónde están dispuestos a ceder. Ante todo, esa es la clave, más que focalizarnos en las diferencias”.

Laura Isanta, coach y especialista en Indagación Apreciativa, diplomada en Felicidad Organizacional y Psicología Positiva, considera que el arte de apreciar lo valioso, como se titula su libro Apreciatividad, se aplica perfectamente en el ámbito de las parejas: “La idea no es ponerse un par de anteojos rosas y hacer como que no existe lo que no funciona, sino ver el todo y hacer crecer la relación con lo mejor de lo que tenemos”, dice.

Desde la perspectiva de la psicología positiva, hay cuatro síntomas que exhibe una pareja en problemas o en camino a tenerlos: estar a la defensiva, ser indiferentes, criticar destructivamente y despreciar el reclamo del otro. Esas actitudes lo que hacen en el fondo es negar la propia responsabilidad en el conflicto y, por ende, en la construcción del vínculo. “Si la habitación está desordenada, te lo reclamo con compasión y tolerancia; cuando vos me reclames algo a mí, no sólo voy a estar atenta de no mirarte de costado, sino que intento aprender cuáles son los mejores gestos y palabras para transmitir el afecto que te tengo”, sigue Isanta.

“No sé cómo hacen”, toma la palabra Agustina, que fue sola al asado y volvió a fumar semanas atrás. Con Iván vivimos peleando.” Hace 3 años que están juntos. La relación surgió de una profesión compartida nada convencional: son dramaturgos y actores, dos remadores

del under teatral porteño. Este es el segundo noviazgo largo de ella, el primero con alguien de ese mundo que ama y habita desde la adolescencia: “Siempre quise estar con quien entienda lo que hago, el tipo de gente con la que me vinculo, los códigos del ambiente”, comenta.

Las peleas entre ellos no empezaron ayer, pero hasta ahora Agustina más bien hizo la vista gorda: “Los actores somos intensos” es su frase de cabecera. También ha reducido las discusiones al plano económico, creyendo que tal bolo, tal beca, tal cobro los iba a desahogar y eso haría mejorar la vida íntima. Pero la entrada de ningún dinero hizo que a Iván le empiece a gustar dormir abrazados o cambie su opinión respecto de tener hijos. La pregunta es por qué se enamoró de alguien incapaz de darle el afecto que necesita.

“No es lo mismo compartir gustos e intereses que una profesión. Hay cosas que pueden llegar a ser patólogicas, donde los peores rasgos de cada uno se complementan en el punto del sufrimiento”, dice Gustavo Casals. “Siempre sabiendo que el sufrimiento es subjetivo. No es que haya algo que lo genera, sino que tiene que ver con las expectativas personales, lo que espero y lo que obtengo. Y obviamente si tu expectativa es producto del plano imaginario, no va a haber nada afuera que esté a la altura. Creer que estar con alguien del mismo palo va a hacer que la pareja funcione es una fantasía; en ningún lado dice eso. Entonces, cuando lo que sucede no se corresponde con la fantasía, surge el sufrimiento.”

Laura Isanta suele arrancar sus conferencias mostrando una imagen: un caracol que mira enamorado un rollo de cinta scotch. “Siempre digo: ¡cuidado! que esto no es apreciatividad. La gente confunde el decir cosas lindas o mentirse viendo en el otro lo que me encantaría que tenga. Es quererte con las diferencias. Elegir deliberadamente, ver el lado más brillante del otro, incluso el que vos no viste en vos. Y es indagar, buscar tu propio lado más brillante. Una buena pareja es aquella capaz de hacer crecer esos lados, de crear los mejores espacios de florecimiento. Yo veo tu potencial, te lo digo, y en cada oportunidad que tengo creo un espacio para que eso aflore, para que vos tengas la posibilidad de hacerlo aparecer en el mundo.”

Tal vez la conclusión de esto ya la sabíamos desde el comienzo: hay diferencias y diferencias. Cuanto más desarrolladas tengamos la intuición, autoestima y personalidad, más fácil será darse cuenta si es viable o no la convivencia –literal y metafórica– con esa persona que por equis razón nos atrae. Si el corazón, la cabeza y la panza dicen que sí, no se tratará nunca de anular los aspectos del otro que contradicen, sino de ver cómo se construye la mejor casa con esos ladrillos. Y de saber que una pareja es una apuesta diaria. Que una vez levantadas las paredes, cerrado el techo y terminado el piso, la casa se sigue construyendo por dentro.