Testimonio: “Mi vida en Finlandia”

Testimonio: “Mi vida en Finlandia”

Después de girar por varios países y descubrir poco a poco su pasión por la cocina, hace tres años que Carlos Fallo y su familia se instalaron, por el momento, en las afueras de una bellísima y tranquila ciudad rodeada de mar y bosque. Su deseo de vivir en contacto con la naturaleza se cumplió, pero todavía está buscando su lugar en el mundo.

28/10/2021 23:07

Carlos estaba parado en la puerta de su propia panadería en la calle principal de Santa Teresa, sobre el Pacífico, en Costa Rica. Hablaba con la gente, disfrutaba la brisa del mar y vio pasar en bicicleta a Tea Elina Hono, una artista plástica finlandesa que estaba visitando a su hermano, que también vivía allí. Luego se cruzaron en el súper, se saludaron y el fin de semana se encontraron en el único boliche del lugar. Hoy, ocho años más tarde, viven juntos en Kotka, una ciudad portuaria de 50.000 habitantes a 115 kilómetros de Helsinki, la capital finlandesa, junto a sus hijos Paloma (5) y Anton (casi 2). “El destino fue muy bueno con nosotros”, reflexiona este locutor y cocinero argentino, que nació en Quilmes y es fanático de Independiente y del surf. El camino en busca de su lugar en el mundo fue sinuoso, incluso aún no terminó. Partió en 2009 desde Buenos Aires rumbo a Costa Rica. Después de conocer a Tea esperó allí a que ella volviera luego de trabajar unos meses en Chile. Eligieron Helsinki para casarse y para que naciera Paloma por las facilidades y el apoyo que hay en el país nórdico a la maternidad, pero es una de las ciudades más caras del mundo. Probaron suerte en Madrid, no los convenció; luego en las Islas Canarias y en 2018 decidieron quedarse quietos un tiempo cerca de la familia de ella. Por eso le alquilaron a su mamá la casa en Kotka. “A mí las ciudades no me atraen tanto, prefiero estar en medio de la naturaleza. Mis hijos la pasan mejor. Me gustó mucho Canarias, es rústico, tranquilo, pero por otro lado nos faltaba tiempo en familia. Yo trabajaba durante la tarde-noche, Tea de día, Paloma iba al jardín y no estábamos pasando momentos juntos. Ahí decidimos volver acá para asentarnos y pensar un poco qué queremos hacer de ahora en más”, confiesa. Carlos (@carloskunta) trabaja en una cafetería donde la gente se junta a almorzar, una costumbre muy distinta a la nuestra, que nos gusta más salir a cenar y hasta tarde. Tea (@teahono) hace traducciones desde su casa y está trabajando menos para dedicarse a Anton. Recibe ayuda económica del Estado hasta que su hijo cumpla 3 años, entre otras razones porque en ese países más difícil pedir ayuda a las abuelas o las tías para el cuidado. “No hay tanta gente que se ofrezca a cuidar a un niño”, dice Tea, y Carlos cuenta sorprendido que allí los chicos “no interesan tanto, aunque suene feo”, e incluso hay casos en que los padres les ponen nombre a los hijos recién a los 3 meses.

D.R.D.R.

ADN NÓRDICO
“Finlandia es el país más bonito que conozco”, afirma Carlos. En invierno está todo blanco, el otoño es corto y después son once meses bellísimos. Viven cerca del mar, en verano van todos los días, hay puentes por todos lados y atrás de su casa se extiende una inmensa plantación de árboles. Allí le dan mucha relevancia a que la gente le importe y cuide el lugar donde vive. Las personas van al bosque, no importa la temperatura. Pasan el día al aire libre, eso sí: solos. Justamente es este punto lo que más le cuesta a Carlos; siente que hay mucho individualismo y que se sufre bastante la soledad. Entre compañeros de trabajo no se abrazan, no existe saludarse con un beso, tal vez alguien puede estar 10 minutos en la parada del bus sin mirar ni hablar con la persona que está al lado, y en la Argentina, en la misma situación, seguro que esas dos personas se ponen a charlar. Todo esto le cuesta mucho, en especial porque quiere que sus hijos no sigan estas costumbres. “Acá la gente no se mete. Nadie te va a contar sus problemas ni tampoco te los va a preguntar. Hay mucho respeto por la vida del otro. El espacio personal es muy importante, cumple una función. Tea dice que ya tenían distancia social antes de la pandemia”, cuenta. Adaptarse al horario de las comidas también es un tema para un argentino que sigue con el hábito de un país donde cenar después de las 9 pm podría considerarse en varias partes del mundo una locura. En Finlandia se desayuna a las 6.30. La gente comienza a trabajar muy temprano, por la luz, y la cena suele ser entre las 17 y 18. En su familia, quizá la extienden un poco más, pero de todos modos Carlos nunca tiene hambre cuando Tea y sus hijos sí. Es tanta la diferencia cultural respecto de la comida que una vez cuando vinieron de visita a la Argentina, la mamá de Carlos los fue a buscar al aeropuerto a medianoche y cuando llegaron a su casa les quiso preparar algo rápido y cocinó dos churrascos. Tea no lo podía creer. Desde que llegó hay algo que a Carlos le sorprende cada día: la gente va por la derecha. Camina, hace las compras, en una escalera, lo que sea, por la derecha. Esto le pareció muy extraño porque no podía entender al principio si era una regla o estaban totalmente acostumbrados. Cuando vivían en Helsinki y salían a caminar, él iba por la izquierda para ver si la gente estaba viva. Era como una broma e incluso empezó a hacer unos videos graciosos sobre esto, pero los dejó porque estaban al límite. A pesar de las diferencias, no es difícil encajar en esa sociedad. “Acá son todas reglas y lo que tenés que hacer nada más es cumplirlas. Para mí eso es fácil. Si seguís las pautas, no va a pasar nada”, asegura Carlos.

CUESTIÓN DE ACTITUD
Desde la mirada argentina, el clima y el idioma pueden ser dos factores determinantes de la experiencia de vivir en el país nórdico. Pero lejos de las suposiciones que uno pueda hacer a la distancia, Carlos lo transita con total naturalidad. Como las casas están muy bien equipadas y calefaccionadas, y no hay humedad, con vestirse adecuadamente alcanza: medias, botas, campera y taparse la cabeza y las orejas cuando estás afuera es fundamental para no sentir frío. Adentro, todo el mundo está descalzo en absolutamente todas las viviendas, propias y de visita. Sí es cierto que hay un mes duro, enero. Son solo 5 o 6 horas de luz al día, pero como para la gente no es un tema la baja temperatura y no se suele hablar de eso, la sensación también es otra. Cuando Paloma nació, viajaron a la Argentina en julio y se quedaron tres meses, suficientes para que Tea experimentara el frío más intenso que sintió en toda su vida. Como buena familia intercultural, hay varios idiomas dando vueltas. Español, porque Tea vivió en México y Costa Rica, y Paloma nació en Finlandia, pero empezó a hablar cuando regresaron al país de América Central. En 2018, ella comenzó el jardín y como en Kotka están la abuela, los primos y los tíos, habla finlandés. “Solo conmigo en español. A mí me costó al principio, pero después aprendí mucho de mi hija; ella me enseñó”, dice Carlos, y como si dos idiomas de orígenes tan disímiles fueran poco, en su trabajo habla inglés, porque hay mucha gente del exterior en cocina. Además, en Helsinki, que es una ciudad muy cosmopolita, se comunican en inglés en la calle. ¿Dónde se ven en el futuro? Todavía es una gran incógnita. La idea no es quedarse donde están ni vivir en la Argentina. Estando afuera se reciben muchas malas noticias, más que las buenas, y eso le saca un poco las ganas de volver a su país. La motivación que tienen es armar un proyecto propio y estar en un lugar neutral o donde los chicos estén bien. Eso sí, rodeados de naturaleza.