Testimonio: una argentina en el país del chocolate

En cualquier esquina, cuando la argentina Juli sale a caminar por la ciudad, hay carteles amarillos que indican distintas rutas de senderismo, al alcance de cualquiera y para todos los intereses. Así es vivir en Schaffhausen de ensueño, cerca de la frontera con Alemania, a media hora de Zúrich, a 10 minutos del Rin y a 4 kilómetros de las cataratas más grandes de Europa. “Para mí estar tan cerca de la naturaleza fue un total descubrimiento; no lo tenía en Villa Urquiza. Cuando llegué, en plena pandemia, no se podía hacer nada pero sí salir a recorrer; entonces, me la pasaba en la calle, entre los viñedos, los bosques y las montañas. Cualquier zona de altura acá es un mirador espectacular. Vivís en una postal constante. Camino unos kilómetros y me tomo unos mates enfrente de las cataratas”, cuenta esta diseñadora gráfica y textil, que empezó a buscar su lugar en el mundo cuando tenía 24 años.

DE CUENTO
Convencida de que no quería seguir el mandato clásico después de terminar la facultad, que ahorrar para comprarse un departamento o el auto no era el único camino posible, en 2014 renunció a su trabajo en una marca de ropa para mujeres Decidió que quería viajar pero también sacar un rédito de esa aventura, y entre todas las escuelas para estudiar idiomas que evaluó, eligió pasar tres meses en una ubicada en Hawái. Como un golpe del destino, al mismo tiempo, ese mismo lugar y ese mismo colegio había elegido Andy, un suizo con el que se casó, cinco años más tarde del primer beso, el 28 de diciembre de 2019, en la iglesia Cristo Redentor de la Ciudad de Buenos Aires. Después de idas y vueltas entre la Argentina y Suiza, de posponer la boda dos años por sus dudas sobre el lugar donde radicarse y de pasar tiempo separados porque en el medio ella ganó una beca para estudiar Fashion Management en Madrid por un año y él formó parte del cuerpo de paz en Kosovo.

OTRAS COSTUMBRES
Una vez que cada uno tuvo la visión de vivir en el país del otro, y ya con el plan de armar una familia, en cuanto a estabilidad, seguridad y educación entendieron rápidamente que su futuro estaba en Suiza. “La educación es pública y es increíble; se manejan cuatro idiomas en el país: francés, alemán, italiano y romanche. Cuando vas a estudiar, te dan la clase en el idioma del cantón, pero después tenés otro auxiliar. Y los chicos terminan sabiendo tres lenguas, porque también les enseñan inglés. Por eso es duro emigrar acá, porque cuando buscás trabajo estás compitiendo con alguien que sabe tres idiomas; la vara es muy alta”, explica Julieta. Como la escuela se otorga cerca del domicilio, es común ver a los niños caminando solos hasta el colegio con pecheras de distintos colores que los identifican según la edad. Incluso los más pequeños, antes de entrar al kindergarten a los 5 años, van sin la compañía de los adultos. La seguridad de saber que pueden moverse con tranquilidad es una de las cosas que más le gustan a Julieta de Suiza. “Eso sí, acá no se usa contratar niñeras, ni que tu suegra te cuide a tu hijo. La mamá de Andy me confesó que los iba a tener un día, más no. La mía siempre me decía que cuando tuviera hijos, iba a ser la primera en ocuparse. Esto es una de las cosas que me hacen extrañar y que me van a costar; uno viene con muchos chips de la Argentina y acá las cosas son diferentes.” Por ejemplo, las mujeres no acostumbran trabajar fulltime hasta que los chicos tienen 3 o 4 años y están por ingresar al colegio. Antes, hay grupos de juegos con una frecuencia de tres veces por semana y en un horario reducido, difícil de compatibilizar con una vida profesional a tiempo completo. Como en la Argentina, para obtener los tres meses de licencia por maternidad, es necesario haber trabajado como mínimo un año en el mismo lugar.

ENTRE EL DISEÑO Y LAS REDES
Desde junio de 2021, Julieta trabaja como diseñadora gráfica en una empresa que produce fragancias para cremas, perfumes y geles de ducha para clientes como Chanel y Hermès, y otros de menor escala tanto en Suiza como en Alemania y Francia. Se encarga de llevar a lo gráfico los conceptos (“olores”) que desarrollan. Si bien se acostumbra acomodarse a la zona para vivir según el trabajo, ella viaja dos veces por semana una hora, parte en tren y otra en monopatín, para llegar. Los otros tres días se conecta desde el living de su departamento. El horario es libre, puede entrar en el rango de 7 a 9 de la mañana y cumplir 8 horas y media. Ya pasó los tres meses de prueba y está muy contenta con la devolución de su jefe, pero antes de conseguir este empleo, durante las horas libres que le brindaba la cuarentena y los paseos para conocer Schaffhausen, surgió su costado influencer. “Yo siempre saqué fotos y me gustaba informar en mi Instagram (@argentosuiza). Como lo tenía privado, entonces pensé que si lo hacía para mis amigos también lo podía abrir al público. Andy me había regalado una GoPro y esa fue mi motivación. Empecé a subir videos, vi que funcionaban y acá tengo mucho material. Hay días en que no me puedo dormir pensando en ideas para después plasmar.” En YouTube, su canal se llama también Argentosuiza, tiene miles de seguidores y sube videos sobre lugares para conocer, senderos para recorrer, museos y parques para visitar. También, cuánto cuesta vivir en Suiza, tips para aprender el idioma, cómo es ir a la cancha en Schaffhausen hasta consejos para armar un currículum y conseguir trabajo. Además de hablar del estilo de vida del país del chocolate, muestra que no hay que tener miedo de migrar ni posponer los sueños.

LA VIDA PUERTAS AFUERA
Amables, cordiales, los suizos son también ensimismados, nunca van a juzgar a alguien por lo que se ponga para salir a la calle y prevén todo con anticipación. No existe caerle a un amigo en su casa sin avisar, y cuando Juli quiere arreglar con los otros suizos que también conoció en Hawái para juntarse a cenar, tiene que confirmar con meses de anticipación. Pero el grupo de los más amigos de Andy es diferente; como la mayoría se conocieron durante los años que formaron parte de la Guardia Suiza Pontificia en el Vaticano, mientras Ratzinger era Papa, al haber vivido en Italia son más abiertos y la mayoría tiene mujeres de otros países, como México, Brasil e India. También es cierto que existe una tasa alta de suicidios, por eso en los miradores hay carteles que indican dónde pedir ayuda y muchas ONG recaudan fondos y se dedican a la prevención y al tratamiento de la depresión y la muerte intencionada. Lejos de ser un lugar aburrido, en Suiza hay muchísimo para hacer, en especial al aire libre. En invierno, durante la temporada de ski y snowboard, Julieta hace patín sobre hielo, y en verano las opciones son infinitas, como navegar con amigos por el Rin en un unicornio inflable gigante de 6×4 metros, en el que caben 6 o 7 personas. “Me compré un libro con todos los recorridos habilitados para hacer esto en Suiza, y hay como 30. Llevás bebidas, comida y te vas encontrando con otros que están haciendo lo mismo.” La mayoría de los fines de semana los pasan fuera de su casa; como las distancias no son tan grandes, esto les permite moverse de un lado al otro. Pueden tanto dormir en un refugio de montaña, donde su suegra es voluntaria y cocina para los viajeros, como alquilar un hotel entero entre amigos en un pueblo cercano para celebrar una boda.

PARAÍSO CANINO
Julieta vive en un complejo de viviendas con paseo de compras construido en una antigua fábrica remodelada, que la mamá y la hermana de Andy les ayudaron a elegir y a armar porque ellos estaban fuera del país. “Me llevo muy bien con la peluquera de abajo, que ahora se va de vacaciones y me deja el perro. Nos vemos seguido, yo voy y charlamos. Es muy simpática y su mascota es un amor”, relata fascinada por la forma en que los animales están educados para vivir en sociedad. La gente va a hacer las compras con los perros, a un restaurante, a una tienda de ropa, al supermercado, viaja en el transporte público (pagan boleto según el tamaño), y muchas de las empresas, como en la que ella trabaja, son pet friendly. Se acostumbra que el dueño debe ir a una escuela para saber cómo entrenarlos. Se hace una sola vez y aplica para todas las mascotas, por eso son tan obedientes. Aparte, por supuesto, en las calles hay bolsas para levantar la caca; todo el mundo lo hace sino hay multas. Ante la pregunta de qué es lo que más extraña, Juli confiesa que el asado, porque en Suiza es caro y se come más carne de cerdo, y también la pasión por el fútbol, a la que estaba muy acostumbrada porque iba a la cancha con su papá, fanático de Vélez. Y Andy, después de pasar un año viviendo en la Argentina, extraña lo mismo.