Son preciosas, sí, pero ¿sirven? Responde un dermatólogo.
Son chiquitas, divinas y coloridas. Y a juzgar por la creciente evidencia fotográfica -más de 1.900 imágenes en Instagram bajo el hashtag #beautyfridge- una heladerita de belleza llena de productos cosméticos es la nueva “selfie en el baño” de moda. Su atractivo es lógico: en tamaños miniatura, laqueadas en rosa, celeste o lavanda, estas heladeras son deseables y muy instagrameables, para decirlo de alguna manera. Y si están repletas de máscaras de tela, cremas coloridas, varios sérums y otros chiches, es como si nos regalaran la versión adulta de Polly Pocket de nuevo.
El fenómeno alcanzó a compañías nuevas y viejas, incluyendo Makeup Fridge, The Cosmetics Fridge, The Beauty Fridge, FaceTory, Cooluli, y Saranghae. Los editores, al igual que los dermatólogos, captaron la tendencia y se sumaron. Pero hay algunos que todavía son escépticos. Hablamos con el doctor Dennis Gross, dermatólogo en Nueva York, sobre la tendencia que está inundando las redes.
“Las heladeras de belleza no son necesarias; son apenas una movida de marketing. Cada vez que un producto es lanzado al mercado, tiene que pasar una prueba de estabilidad, que muestra que no se descompondrá a temperatura ambiente ni perderá su eficacia una vez abierto”, dice, y agrega que todos los cosméticos deberían soportar el calor extremo, incluso las temperaturas de un horno, algo que sobrepasa por mucho el calor que puede hacer dentro de un departamento en un día caluroso. “A menos que el fabricante sugiera guardarlo en frío o que haya sido vendido en una heladera, no hay razón para refrigerar los productos de belleza”.
Hay, sin embargo, en dermatología, algunas cremas con medicamento vendidas bajo receta que requieren refrigeración. En estos casos, el doctor Gross asegura que las condiciones de guardado son importantísimas, pero que en general los cosméticos no se ponen feos como la comida.
Una excepción podrían ser las fórmulas naturales u orgánicas. De hecho, así es como surgió la empresa Makeup Fridge. Hace un año, Ilona Safonova, su fundadora y CEO, vio una foto de una amiga en Instagram que le llamó la atención: una cava de vinos pequeña llena de productos de belleza. “Me dijo que sus cosméticos eran orgánicos, y que si no los guardaba en la heladera, se ponían feos después de un mes de abiertos”.
El crecimiento exponencial de la industria de la belleza natural y orgánica (valuada en 11,5 millones de dólares en 2018) depende de su capacidad de lanzar productos con preservantes seguros, lo que ha producido una buena cantidad de problemas con la estabilidad de las fórmulas, por ejemplo, con su oxidación, su seguridad y su vencimiento.
“La mayor parte de los productos están testeados para que sean estables”, admite Safanova. “Pero cuando hablamos de productos naturales, es muy beneficioso guardarlos en ambientes refrigerados y no en un baño húmedo y caluroso o bajo los rayos del sol, porque se oxidan. Y entonces pensé: ‘¿Por qué no crear una heladera que sea linda y fácil de usar para cualquiera que se ponga cremas?
El próximo paso fue hacer una encuesta en su comunidad: en apenas uno o dos días, tenía más de cien clientas suscriptas a una lista de mailing. Ahí se dio cuenta de que estaba en el camino correcto, de que la gente estaba interesada en tener experiencias de cuidado de la piel exclusivas. Desde que lanzó Makeup Fridge en enero, vendió entre 200 y 300 unidades (unos 15 mil a 20 mil dólares por mes).
FaceTory, una compañia que vende una suscripción a cajas de productos de belleza coreanos, también comprendió esta demanda. Después de enterarse de que muchos de sus consumidores guardaban las mascarillas de tela en las heladeras de la cocina, se pusieron a pensar en una solución y lanzaron su heladera de belleza de dos pisos en mayo de este año.
“Vendimos el %25 de nuestra producción por adelantado”, dice Janice Chang, gerenta de marketing de FaceTory. “Las mascarillas frías tienen un beneficio adicional: enfrían la piel y reducen la inflamación”.
No dista mucho de algunos trucos viejos como ponerse rodajas de pepino en los párpados para desinflamar el área y revitalizarla. El doctor Gross no está muy convencido: “Refrigerar los productos no hace nada más que podría hacer el hielo o una bolsa de arvejas congeladas; nunca vi una prueba que demostrara lo contrario”.
Si bien una bolsa de arvejas congeladas tiene el mismo efecto, carece de ese factor instagrameable, uno de los principales atractivos de estas heladeras de belleza, que además no son baratas: el rango de precios va desde los 80 dólares a los 180. A fin de cuentas, “brindan felicidad, son visualmente muy atractivas y crean una atmósfera de spa en casa”, como asegura Chang. “Muchas influenciadoras ven nuestra heladera y la quieren. Es muy difícil resistirse”.
Por otra parte, refrigerar los cosméticos no produce ningún daño, aunque el doctor Gross sí alerta sobre la exposición de las cremas a temperaturas fluctuantes, lo que podría causar inestabilidad “y daños en la integridad del producto”.
“Enfriar los cosméticos es una gran tendencia en el cuidado de la piel; yo disfruto de esta experiencia cada mañana”, dice Safanova. “Me cambió la vida, y ahora es parte de mi rutina. No puedo dejar de hacerlo ahora”.
Vía ELLE.com