ELLE encuentra: entrevista a Lady Gaga

ELLE encuentra: entrevista a Lady Gaga

En Nace una estrella, la artista pop más famosa del mundo desaparece para ponerse en la piel de un personaje cuyo recorrido es un reflejo grotesco de ella misma.

27/12/2018 14:51

“Siento que todavía soy un feto”, dice Lady Gaga impecable, glamorosa, luciendo su vestido negro de Alaïa, tacos stilettos, pestañas extravagantes, cejas oscuras y el pelo platinado que encuadra su cara en ondas suaves. Se parece, sin duda, a una estrella de cine italiano de mediados de siglo XX –Monica Vitti, en alguna película perdida de Antonioni, o una diminuta Sofia Loren rubia–. Lo que quiere decir con la frase es que siente que recién empieza como artista –que sólo ha conseguido una parte de lo que pretende hacer– pero que le cuesta entender esta idea, considerando la década que acaba de vivir.

Hace diez años, con el lanzamiento de su primer álbum, The Fame, Lady Gaga pasó de ser una chica de club nocturno en Nueva York a ser un fenómeno pop a nivel global, casi en un abrir y cerrar de ojos. Desde entonces ha lanzado cinco álbumes de estudio, una banda sonora y 18 singles; se presentó en el Super Bowl; ganó seis Grammy y un Globo de Oro, entre otras cosas. Además, logró premios de moda y colaboró con artistas famosos y hasta cantó a dúo con Tony Bennett. Hace dos años, mientras filmaba un documental para Netflix sobre su vida, Gaga: Five Foot Two, consiguió el papel protagónico en una importante película de Hollywood. Representaría a Janet Gaynor/Judy Garland/Barbra Streisand en el papel Nace una estrella, junto a Bradley Cooper. Lo cual equivale a decir que si alguien habita un universo paralelo en que la vara del éxito es tan imposible y elevada como para que Lady Gaga parezca artísticamente prenatal, probablemente esa persona sea ella. 

Unos días después de nuestra reunión, Nace una estrella se estrena en el Festival de Cine de Venecia. Lady Gaga está allí, luciendo un vestido de Valentino, adornado con plumas de avestruz rosadas. En la mitad de la proyección, un accidente casual interrumpe el film, sin embargo obtiene ocho minutos de aplausos y reseñas casi siempre arrebatadas. En 2016, al aceptar el Globo de Oro por su papel en American Horror Story: Hotel, de Ryan Murphy, dijo que había querido ser actriz antes de ser cantante, pero que la música había funcionado primero. Ahora que con la actuación también le va bien, no queda claro qué otra cosa puede hacer. Colonizar Marte, tal vez. Autos voladores. Seguridad médica universal. 

Lady Gaga es una presencia imponente. Se sienta como una gimnasta olímpica cuando toca el suelo. Charlando con ella en la cocina de su mansión de estilo mediterráneo, que además tiene un establo para ocho caballos, un circuito ecuestre, una pista de bowling, una pileta de agua salada y una vista panorámica al océano Pacífico, tengo la sensación de que puede ser que yo haya cruzado a una dimensión paralela. La mujer resulta ser adorable, pero la artista es una máquina. En persona es cálida pero reservada, amistosa pero cauta, apasionada pero equilibrada. Su casa es acogedora y está llena de gente: asistentes, su manager, su madre Cynthia, que la visita desde Nueva York. (“¿No nos parecemos?”, pregunta Gaga después de presentarme. Realmente se parecen.) La casa es más tradicional de lo que uno esperaría, más propia de Stefani Germanotta (su nombre de bautismo) que de la artista pop que una vez lució un vestido hecho de carne para los MTV Video Music Awards. 

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Quiero decir, los provincianos sillones franceses están cubiertos con acolchados. El hogar tiene al lado una televisión y un viejo poster italiano de la película Nace una estrella, protagonizada por Judy Garland, un regalo del novio de Gaga, el creativo publicitario Christian Carino. Es levemente desconcertante. 

Con una década de carrera a sus espaldas, Lady Gaga está naciendo de nuevo, como estrella de cine, y es realmente una revelación. Puede que esto sea lo más destacado de Nace una estrella que, más allá del hecho de que ella está irreconocible, parece algo fresco. Es notable cómo el personaje, Ally, aparece tan despojado, tan vulnerable. Hemos visto algo así en los números graciosos que hizo para Saturday Night Live, en su álbum Joanne, en su documental, en donde se la ve usando pantalones deportivos. 

“El personaje de Ally está formado por las experiencias de mi vida”, dice Lady Gaga. “Pero también quería asegurarme de que no fuera yo. Fue una mezcla de las dos cosas.” Ally es talentosa pero insegura. Escribe pero no toca sus canciones. Ha sido desalentada en la realización de sus sueños por una industria que no cree en ella, que le dice que no luce bien para el papel. A regañadientes acepta que Jackson Maine (interpretado por Cooper) la arrastre a este mundo, la involucre con su música, hasta que ella conoce a un manager que de a poco la convierte en una estrella comercial de pop. 

Además del talento de Lady Gaga como cantante, compositora y actriz, es su meta-talento para la fama –algo que de manera decidida persiguió, investigó, interrogó y que dio nombre a un álbum, un EP y después a un perfume– lo que la catapultó al estrellato mundial. Este es el tema sobre el cual gravita la película, el que hace que Gaga y el personaje que interpreta, Ally, se diferencien al máximo: una vez que Gaga decidió convertirse en artista, no dejó que nada se interpusiera en su camino. Ella entendió bien temprano que Stefani Germanotta, una chica de formación católica convencional, tenía el talento suficiente para ser exitosa, pero que sólo Lady Gaga podría irrumpir en la escena global cuando estuviera plenamente formada. 

El personaje de Ally, al contrario, es como una ventana a lo que podría haber ocurrido. “Cuando miré el film por primera vez –dice Gaga– pensé, ‘por Dios… Creía que el personaje estaba realmente triste al final de la película, pero no me di cuenta lo triste que estaba al principio’. Es una mujer deprimida. Trabaja como camarera. Tiene un amigo, Ramón, que es muy importante. Ella cuida a su papá en la casa y a todos los conductores que van ahí a tomar el desayuno a la mañana. Pero realmente ha renunciado a su vocación musical”. 

La última versión de Nace una estrella es la cuarta repetición del melodrama clásico sobre los efectos de la fama y las adicciones en un vínculo. Jackson Maine, interpretado por Cooper, es una superestrella de rock en decadencia, alcohólico, que se enamora de una cantautora en un club nocturno, al que va por unos tragos después de un concierto porque no puede tolerar volver a su casa. 

Lady Gaga y Bradley Cooper se conocieron hace años en el set de Saturday Night Live, pero no fue hasta que ella tocó en una gala del Instituto para Inmunoterapia del Cáncer, de Sean Parker, en 2016, que se conectaron. Los representantes de Lady Gaga le habían avisado que el actor estaría presente, que planeaba dirigir Nace una estrella, y que buscaba una protagonista femenina. Lady Gaga sabía que lo quería. Cantó “La Vie en Rose”, que terminó siendo la melodía que Ally interpreta en la película cuando Jackson la conoce –el tema que hace que él se enamore de ella–. “Me voló la cabeza”, dice Cooper sobre esa noche. “Llamé a su agente y le dije, ‘¿puedo encontrarme con ella?’ Y después, al día siguiente, dijo que sí, y fui a su casa y ya estaba todo arreglado.” Gaga afirma que la conexión fue instantánea. “Antes de que me diera cuenta estaba haciéndole pasta, dándole de comer, estábamos hablando y riéndonos. Después quiso que cantáramos algo juntos, y me preguntó si podía ser ‘Midnight Special’. Imprimí la partitura y la traje al piano. Estaba nerviosa. Entonces estoy leyendo la música en el piano y empezamos a cantar y escucho la voz de Bradley, y de pronto no toqué más y le dije: ¡Por Dios, Bradley, sabes cantar! Es increíble”, dice ella. 

Una vez que fue elegida para la película, Cooper y los guionistas Eric Roth y Will Fetters empezaron a trabajar en el guión mientras Gaga lo hacía en la banda sonora. “Escribí el personaje para ella. Le hice muchas preguntas y quería usar todas las cosas que me contaba. Eso le dio forma al personaje”, dice Cooper. “Realmente éramos muy vulnerables juntos. Yo tenía mucha fe en su magia. Una cosa es tener una intuición y otra confirmarla, con los propios ojos, todos los días, en el rodaje.” 

Para retratar a una cantante desconocida Gaga se inspiró en sus inseguridades como actriz. “No me voy a olvidar nunca de la primera escena que hicimos juntos en el restaurante mexicano. Bradley trajo unos tacos y los llevó a la mesa. Después me dijo algo, pero no era lo que estaba en el guión, y yo no tenía idea qué hacer, entonces otra vez me sentí perdida. Pensé que tenía que decir también lo que estaba escrito. Entonces pasé a la siguiente. Como veía que no me desapegaba del guión, él me preguntó si estaba bien y yo empecé a llorar.” Esto le enseñó a enfocarse más en la historia que en el guión. Entonces, cuando llegaron las escenas de concierto, en donde la situación era la inversa, intentó la misma técnica. “Cuando cantamos ‘Shallow’ en el concierto, después de que él viene y me lleva al escenario, no me imaginé que todavía no había tenido éxito como cantante, sino que no lo había tenido como actriz”.

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Después de la secundaria, Gaga entró en Collaborative Arts Project 21 por medio de la Tisch School of the Arts de NYU, pero estuvo un año y abandonó. Fue cuando pensó en decirles a sus padres “que les pedía perdón y que iba a ser una artista hambrienta en el Lower East Side”. Tuvo tres trabajos, incluyendo uno de bailarina en un club nocturno. Tenía la costumbre de llamar a estos lugares diciendo que era su propia manager. Llevaba su piano de un concierto a otro. Una vez, cuando tocaba en un bar de jazz donde unos muchachos no se callaban, quedó en ropa interior para que le prestaran atención. El momento fue un punto de inflexión: le hizo entender algo sobre la manera de exigir atención. 

“Yo ya sabía que era esta artista auténtica, abierta, cruda que podía cantar y escribir canciones y ser esta amenaza cuádruple”, dice Heather Parry, que produjo el documental de Netflix, además del film. “Pero lo que más me impresionó fue que era una empresaria fuerte. En cualquier cosa que haga uno se queda diciendo que es la mejor.”

Nace una estrella, por supuesto, es una parábola imperecedera sobre el precio de la fama. Las mejores historias sobre la experiencia humana son las que muestran a personas ordinarias que deben resistir fuerzas extraordinarias: alcoholismo, trauma emocional y físico, estrellato global, la maquinaria cruel del capitalismo. Lady Gaga es una artista. Siente las cosas de manera profunda. Lidió con el trauma heredado de la muerte de su tía a los 19 años; con el shock emocional de haber sido molestada en la escuela y luego acosada sexualmente; con el problema físico de una lesión de cadera y una cirugía que le dejó dolores crónicos generalizados. Pero el dolor es el peso con el cual se equilibra y toma forma lo sublime. 

En una de las escenas más conmovedoras del documental, Gaga se está preparando para tocar en el Super Bowl, pero se siente triste. “Estoy tan entusiasmada pero no puedo evitar darme cuenta de que cuando vendí 10 millones de álbumes perdí a Matt (Williams, su ex novio y ex estilista). Vendí 30 millones y perdí a Luc (Carl, ex novio). Hice una película y perdí a Taylor (Kinney, ex prometido). Esta es la tercera vez que me rompen el corazón así.”

Al principio de Nace una estrella, una escena sobre Jackson, no sobre Ally, llega al corazón. “En mi caso, tanto en la música como en la actuación, me estoy inspirando en las experiencias del pasado, las dinámicas, las relaciones, el dolor, la felicidad, la montaña rusa de mi vida; cómo eso ha creado esta hermosa bola disco que de alguna manera está refractada y fracturada”, afirma. 

“El momento inicial, cuando se lo ve a él tomar unas pastillas, un trago, subir al escenario y electrizar a la audiencia hasta que suena la última nota del bajo y se cierra la puerta de la limusina, aparecen los flashes y el silencio. Sentís eso cuando subís al escenario y hay 20 mil personas gritando y estás cantando, bailando, y el show termina. Es una situación movilizadora.” 

Además cuenta que “el éxito pone a prueba relaciones, familias y dinámicas con los amigos. La fama tiene un costo”. Y puntualiza: “No puedo actuar sin acceder al dolor que tengo en mi corazón. ¿Qué mejor lugar para ponerlo? De lo contrario, no serviría para nada.” 

Estilismo: Nicola Formichetti, Tom Eerebout y Sandra Amador. Maquillaje: Sarah Tanno para Marc Jacobs Beauty. Pelo: Frederic Aspiras para Amika Haircare.