La desconexión es un problema que, si no se resuelve, puede arruinar el vínculo. Conocé la palabra del sexólogo y psiquiatra Walter Ghedin.
La falta de conexión en la pareja puede ocurrir en diferentes etapas de la relación, aún al comienzo, cuando todo indicaría que la novedad es el mejor recurso para descubrirse y encontrarse. Sin embargo, dejando de lado los vaivenes del comienzo (más sujetos al armado del vínculo), las parejas que ya tienen un tiempo deben hacer esfuerzos para sostener la unión frente a las demandas externas. El estrés, las responsabilidades de la vida cotidiana, la presencia de hijos pequeños, las demandas tecnológicas, son fuente de desapego, mucho más que los desajustes internos del vínculo. En este contexto, generar esos momentos de encuentro, suele ser una tarea difícil y fácil de postergar hasta que lleguen tiempos mejores. Y quizá, sin hablar el tema, la mente de cado uno arma sus argumentos para la postergación. Las parejas, sobreentienden que postergar es mejor que exponerse a un contacto insatisfactorio.
1) Romper con el acuerdo tácito
Una de las defensas que asume el vínculo es no hablar del tema y consensuar en forma involuntaria el no conectarse. Es como si la costumbre se instalara en el medio reproduciendo acciones cotidianas con un mínimo de contacto, el suficiente para demostrar que el amor está vigente. Se sabe que hay afecto y que ambos se siguen eligiendo, pero los cuerpos no se aproximan para tener intimidad. Se supone que no es el mejor momento o el otro está cansado y no va a responder a las sugerencias eróticas. Por lo tanto, hablar para poner en claro la situación es lo recomendable.
2) ¡Decile no los supuestos o ideas preconcebidas!
Las conjeturas o suposiciones son perjudiciales ya que impiden que la palabra y la expresión afectiva surja con libertad. Estos mecanismos crean ideas que se viven con certeza, como si fuéramos adivinos de lo que le pasa al otro. Si comenta que el día fue agotador, o lo vemos bostezar, o se queda mirando el teléfono sin mirarnos, rápidamente la mente elabora conjeturas que nos excluye del interés que el otro podría tener para conectarse. Estas no deben frenar las acciones de acercamiento. Además, hacer unas caricias, masajes, abrazarse, no deben suponer que se insinúa algo más, son formas de expresar el afecto que no deben cortarse.
3) Romper con la imagen de escenarios ideales
Esperar los fines de semana, alguna salida especial o las deseadas vacaciones, se convierten en objetivos que crean expectativas que muchas veces no son satisfechas. Los ideales deben convertirse en metas posibles, más cercanas y realizables. Es más, el desafío de las parejas es reproducir esos pequeños momentos de satisfacción en cualquier día de la semana. Un instante para mirar, escuchar, abrazar al otro, tiene tanto de plenitud que invita a repetirlo más a menudo.
4) No fijar un día para la intimidad
Rutina mata placer, por lo tanto, tener un día fijo para tener sexo no es lo mejor. Y no es solo día, son todos los rituales que acompañan a la acción los que más desalientan: los preparativos, la misma hora y lugar, las mismas poses, la misma reacción postcoital; nada de esas repeticiones alimentan al deseo.
5) Alejar la tecnología
Así como la rutina no ayuda, tampoco la tecnología, a menos que se use como recurso para estimular (fotos, videos, películas eróticas). Y aún así, debe ser un medio y no un fin. Chequear las aplicaciones hasta altas horas de la noche (como si no hacerlo significara que nos estamos perdiendo algo que está sucediendo) saca tiempo y predisposición para la conexión. Además: “si él lo hace, yo también lo hago”, lo cual convierte al vínculo en dos personas inmersas en sus propios mundos.
6) Sorprender al otro
La sorpresa es una reacción necesaria; un estado emocional que irrumpe súbitamente en medio de lo conocido. Es triste pensar que estamos más preparados para recibir noticias adversas que agradables. Las sorpresas se agradecen no solo por el motivo, sino por la acción de tenernos muy en cuenta. Por lo tanto, lo que adquiere sentido y se reconoce es el acto altruista: salir de uno para valorar al otro.
7) Palabra, cuerpo, acción…
La comunicación no es solo hablar, usar la palabra; es comunicar con el cuerpo, las emociones y acciones. Muchas parejas se aman, pero no traducen ese amor en acciones que sean consecuentes. Estas acciones o conductas deben acompañar al amor, caso contrario, da lugar carencias o a interpretaciones fallidas: “¿qué me querrá decir?”. También es frecuente escuchar en la consulta: “nos amamos, pero no nos ponemos de acuerdo”. Toda pareja debe armonizar los intereses personales con los proyectos del vínculo. En muchos casos, choca lo propio con los intereses de la unión, lo cual lleva a conflictos y ocultamientos.
8) Acordar cuando hay desacuerdos
Para recuperar la conexión es fundamental llegar a acuerdos en los puntos que son conflictivos. Recordemos que el vinculo de la pareja debe mantener la paridad y no caer en la desigualdad, en este último caso, uno de los miembros cede o se acopla a las opiniones o los intereses del otro para no entrar en conflicto. No es cuestión de ceder o dar entidad a lo que piensa el otro, es cuestión de aceptar que existen diferencias y que es posible llegar a acuerdos.
9) La cama no es mágica
Estos y otros puntos anteriores sirven para que la conexión intima no sea una isla en la relación, sino la consecuencia de acuerdos anteriores. Pensar que en la cama se resuelven los problemas o que apenas pongamos un pie en ella el deseo se enciende automáticamente es un error. El deseo, sobre todo después de años de relación, no es un acto espontáneo, sobre todo porque ha dejado de ser una fuerza propia como seguramente aparecía en el comienzo. La relación convierte al deseo en una fuerza compartida.
10) Innovar es la regla
Nada que se parezca a la costumbre ayuda a la intimidad: ni los lugares, ni la ropa, ni los rituales de comienzo, ni las mismas palabras ni los mismos gestos. Ya no vivimos en un mundo en el cual el sexo estaba vedado a los ojos y al conocimiento. Es imposible abstraerse del influjo y de las novedades que se proponen desde los medios de comunicación, las redes, las figuras públicas que crean tendencia. El sexo está en la vidriera del mundo y cada uno tiene la libertad de tomar lo que sirva para renovarse. El erotismo no es sexo, es todo aquello que saca justamente a la intimidad del dominio del coito. Erotismo es sinónimo de placer y no de genitalidad. Todas las acciones que saquen a la sexualidad de la meta de la genitalidad ayudan a encontrar un sinnúmero de variantes que la genitalidad no brinda.
*Walter Ghedin, médico psiquiatra y sexólogo (M.N. 74794).