Hace poco que dejó de ser una nena. Sin embargo, ella y sus amigas publican fotos en sus redes en las que se muestran como femmes fatales. Conocé los riesgos potenciales y materiales de una tendencia que parece sin retorno. Consejos y sugerencias de especialistas.
Arquean la cintura, ponen boquita de pato y mirada insinuante. Tu hija adolescente y sus amigas echan fuego en Instagram, Snapchat, Twitter y Facebook, en donde siguen y son seguidas por gente que no conocen. A muchas de ellas las mostraron en las redes sociales desde que daban sus primeros pasos o ingresaban al jardín de infantes. Ahora que crecieron, encuentran natural explorar el mundo de la seducción a través de las pantallas y comparten desde lo genial que les queda el nuevo bikini hasta los besos que se dan con sus novios. ¿Eso te preocupa? Sugerencias y consejos. Te contamos lo que debés saber sobre este hábito.
Sabemos que la adolescencia es un tiempo de cambios corporales, de nuevos deseos y visiones acerca de uno mismo y del mundo, en el que el grupo de pertenencia toma relevancia. El psicólogo Gabriel Romano, coordinador general de la Red Argentina de Salud Mental, explica que “en esta etapa se produce el segundo proceso de individuación y, con ello, el delineamiento central de la personalidad”.
Algunas décadas atrás, comparabas tímidamente tus cambios físicos con tus amigas o compañeras de colegio, mientras que hoy las chicas se exponen a la vista de todos en la web. Ahí también se juega la capacidad para seducir, que se traduce en likes. “El avance tecnológico y su incorporación a la vida cotidiana son fuertes estímulos que impactan en la construcción del mundo personal. Las redes sociales se convierten en espacios de interacción en los cuales la posibilidad de compartir experiencias pareciera no tener límites”, sostiene el psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin, autor del libro Autogestionar la felicidad. El especialista señala que el descubrimiento del cuerpo y de la sexualidad está adelantándose a etapas más tempranas que la adolescencia. “Esto es más activo en las niñas que en los varones. Si a eso le sumamos el influjo de la tecnología que permite visibilizar y compartir cada momento, el resultado será un desarrollo más precoz”, afirma Ghedin.
En 2016, Unicef Argentina dio a conocer su estudio Kids Online/ Chic@s Conectados. Investigación sobre percepciones y hábitos de niños, niñas y adolescentes en Internet y redes sociales. En él se detalla que al menos el 80% de los chicos de entre 13 y 18 años reconoció haber vivido al menos una situación perturbadora online, como la exposición a imágenes obscenas/pornográficas (37%), violencia (24%), bullying (20%) y discriminación por distintos motivos (13%). Un 6% optó por no responder la pregunta. Esa encuesta aporta otro dato alarmante: casi el 70% cree que sus padres saben entre “más o menos” y “nada” acerca de sus actividades en Internet y subestiman la necesidad de diálogo con los adultos, ya que consideran que ellos tienen más conocimientos que los mayores. Claro que una mayor expertise informática no implica madurez emocional. “No existe congruencia entre la imagen aplomada que los adolescentes muestran en las redes y la confianza subjetiva, simplemente porque los procesos internos requieran más tiempo”, explica Ghedin.
Más allá del drama que suponen las organizaciones de trata o abusadores encubiertos, hay un peligro menos visible, pero también contundente: que diluya la intimidad como un valor a cuidar. “La persona se reduce a un rol de objeto sexual y de consumo social que deja de lado la subjetividad como ser humano. Esto influye de forma negativa en la autoestima”, afirma Santiago Gómez, director del Centro de Psicología Cognitiva.
A la hora de imponerle un límite a una adolescente, usualmente se escucha: “Si mis amigas lo hacen, ¿por qué yo no?”. Según los especialistas, las chicas tratan de mimetizarse en búsqueda de la aceptación de sus pares. “Los padres deben ayudarlas a fortalecer la autoestima para que la pertenencia al grupo no esté sujeta a cumplir con los requerimientos ajenos. Los medios y las publicidades crean imágenes estereotipadas de ‘cómo se debe ser’ y luego esas falsas creencias se incorporan al Yo como si surgieran del deseo personal. Ponerlas en duda, criticarlas, rebelarse, tomar de ellas lo que sirve y el resto descartarlo, debe ser una postura frente a tanta presión externa”, especifica Ghedin.
Conviene no dar vueltas y charlar sobre los casos reales de víctimas de abusadores sexuales, trata de personas, sexting o bullying. Para Waisburg, es imprescindible monitorear contactos, publicaciones y conversaciones, como también regular y restringir el tiempo de navegación online. Claro que muchos padres tienen temor de ser vistos como retrógrados si lo hacen. Sin embargo, “intervenir en la vida cotidiana de un hijo no sólo es un derecho sino un compromiso (legal y afectivo). Somos responsables de ayudar a afianzar la mejor y más segura personalidad que pueda tener y eso implica ponerle límites, cumplirlos y nunca creerse su par o amigo”, especifica Romano.
Mirar a tu hija a los ojos, darle un abrazo, recordarle lo maravillosa y única que es puede ser una buena antesala para invitarla a compartir una salida “de chicas”, sin celulares ni selfies, al menos por un rato.
Por Walter Ghedin, sexólogo.