Algunas claves para superarlos sin angustia.
El terror nocturno o la parasomnia es un problema que aparece durante el sueño. Los episodios se producen generalmente en niños muy pequeños, de entre 18 meses y 4 años, y muy raramente después de los 6 años. De todos modos, los bebés más pequeños también pueden llegar a sufrirlos mientras duermen. El terror nocturno se manifiesta luego de la instalación del ritmo vigilia/sueño y sobre todo al principio de la noche, después de acostarse, al rato de haberse dormido el niño.
A menudo se confunden entre sí, pero las pesadillas y los terrores nocturnos tienen una diferencia muy importante. Si bien la agitación provocada por los terrores tienen la apariencia de una pesadilla, estos presentan diferencias bien marcadas según la fase del sueño en la que se inscriben.
Las pesadillas surgen en el curso de un ciclo de sueño muy preciso, llamado sueño paradojal. En niño o el bebé se agita, asustado por un sueño de carácter ansiógeno. A diferencia de estas, los terrores nocturnos llegan a menudo al principio de la noche, una o dos horas después de haberse dormido el niño profundamente. Está en una fase del sueño lenta y se prepara para llegar al ciclo de sueño profundo. Durante esta ventana temporal entre las dos fases del sueño paradojal y el sueño lento profundo sobrevienen los terrores nocturnos.
Las pesadillas por lo general están relacionadas con imágenes a las que el niño fue sometido durante el día, que dejan una huella viva en su mente. Este se despierta completamente y se acuerda totalmente de los episodios de la noche cuando se vuelve a despertar por la mañana.
Los terrores nocturnos son seguidos por la amnesia, es decir que no dejan ningún recuerdo. Una vez que el episodio de crisis terminó, el niño se vuelve a dormir sin dificultad y rápidamente. La mayor parte del tiempo, ni se da cuenta de que sus padres están en su habitación acompañándolo durante esta crisis.
Durante un episodio de terror nocturno, el niño está atormentado, gesticula y se agita bruscamente, puede estar confundido y presentar un discurso poco coherente. Puede levantarse de la cama, gritar, sollozar y hasta aullar. En las crisis más intensas, sus gestos demuestran miedo, hasta pueden parecer petrificados por el terror, además de una aceleración de la respiración y del ritmo cardíaco.
Si bien son muy desagradables para los padres, es bueno saber que los terrores nocturnos no presentan peligro para la salud ni el desarrollo del niño. El niño, a pesar de tener los ojos abiertos, no es consciente de lo que le sucede y no lo recordará al día siguiente cuando despierte. La mayoría de estos episodios dura unos minutos apenas.
Cuando los niños empiezan a hablar, evocan que en sus sueños aparecen villanos, brujas malvadas, dragones amenazantes, lobos que los quieren morder, etc. Son tipos de imágenes que pueblan los terrores nocturnos de los niños. Poder captar qué es lo que está inquietándolos abre la posibilidad de que los padres los comprendan mejor y los puedan guiar y dar contención.
Cuando el niño es demasiado pequeño para expresar lo que sueña, se le puede proponer que dibuje. Es mucho más fácil para un niño expresar lo que le sucede a través del dibujo. También podemos acercarle pequeños muñecos y pedirle que los haga jugar entre ellos.
Situaciones como el nacimiento de un hermano suelen provocar sentimientos de abandono que no pueden formular y que se convierten en terrores nocturnos. Por ello, los adultos deben contener a los niños diciéndoles que siempre habrá lugar para ellos en sus corazones.
En los casos de terrores nocturnos a repetición o de sonambulismo, los padres suelen sentirse desamparados y temer por la salud y el desarrollo de sus hijos; es común que consulten a psicólogos infantiles o a su pediatra para que les propongan un tratamiento adaptado para ayudarlos a reencontrar paz durante las noches.
Es importante subrayar que los niños, sobre todo los más pequeños, pueden sentir la angustia de sus padres, sobre todo la de la madre, y la viven a su manera, a través de sueños perturbadores que los agitan durante la noche y les producen terror. La clave en esta situación reside en que los propios adultos sean capaces de superar sus problemas y aporten calma y serenidad a los chicos.
Via ELLE.fr