¿Y? ¿Cuándo vas a tener un bebé? La pregunta que María recibe de sus padres, compañeros de trabajo, amigos… en fin de todo el mundo. Un dilema que la perturba. Es una mujer de treinta y pico, que hace casi 10 está en pareja y es una profesional exitosa.
Mi vida es mucho trabajo, viajes, desafíos, buenas vacaciones junto con mi marido. Tenemos un cómodo departamento y una vida sin privaciones. La verdad que nunca nos hemos detenido a pensar seriamente si queremos ser padres. Es más, cuando nos encontramos con nuestros amigos vemos cómo se les complica la vida con hijos.
Cada vez es más difícil tener una mucama y las guarderías son un tema. La culpa que sentís por dejarlo. Los colegios salen una fortuna. Escucho las quejas de mis amigas. ¿Mi madre se hará cargo cada vez que viaje? ¿Quién me va a dar una mano? No mi marido. Seguro. Es hijo único, no sabe cómo tratar a un chico. Lo máximo que le vi hacer con sus sobrinos es prestarle el teléfono (¡con todo el dolor del alma!) para que jueguen. Él no está dispuesto a resignar nada de su carrera. Yo tampoco.
En mi cabeza sólo tengo preguntas: ¿Realmente quiero ser madre? ¿Tengo vocación y capacidad para eso? “Nadie nace sabiendo”, dice mi madre; “vas aprendiendo sobre la marcha”, me repite una amiga que ya tiene tres y decidió dejar de trabajar después de un fuerte estresazo por exceso de laburo (por el que le pagaban un buen sueldo, y el otro, el silencioso y oculto de ser madre). ¿Yo soy capaz de hacer todo eso y seguir en pie? Además me aburren las conversaciones de mujeres que hablan sólo de sus hijos, ¡no quiero ser una de ellas!
Hugo, mi marido, me dice: ‘¿te imaginás a la salida de jardín hablando de marca de pañales, enfermedades infantiles y lugares donde festejarle el tercer cumpleaños?’. El no está convencido, pero tiene más ganas que yo. Claro, lo veo a mi alrededor: ellos no ponen el cuerpo, ni en juego su carrera laboral, ni se ocupan full time.
Mis amigas madres me dicen que es lo mejor que una puede hacer. Que sólo lo entendés cuando lo tenés, que la vida te cambia, pero para mejor. Siempre. Que dejás de ser egoísta y mirarte el ombligo… También tengo otros testimonios. Y son de honestidad brutal. Me han confesado en voz baja: “Si volviera atrás, no tendría hijos”, “lo pensaría 10.000 veces”….¿Por qué? Consulto buscando desesperada el lado B de la cuestión. “Porque perdés independencia y tranquilidad para siempre –me confía Florencia–; no es una situación pasajera, los hijos los llevás toda tu vida a cuestas. Siempre estás preocupada por ellos, aunque tengan 50 años.” Raquel, mi tía, también se anima: “Cuando son chicos problemas chicos; cuando son grandes, problemas grandes”. Nada original, esto sí que ya lo había escuchado. Igual, no me dice demasiado.
Me recomendaron que leyera Motherhood, de Sheila Heti, en un break de mi última conferencia internacional de mi empresa en Nueva York. Lo compré ese mismo día y lo leí casi todo esa noche. Es una novela de una pareja que se plantea justamente lo mismo que nosotros: ¿dar el paso o quedarse como hasta ahora? “Tengo la sensación que la vida está ahí, tamborillando los dedos, esperando a que tenga un hijo”, escribe. Y yo me siento que la que escribe soy yo.
“Todas las mujeres con una pareja estable lo tienen y no se hacen tantas preguntas”, me dice mi padre. Siempre quisiste tener todas las respuestas cuando ni siquiera tenías las preguntas”, da media vuelta y se va enojado. Quiere ser abuelo.
Lo hablo con mi psicólogo. ¿Quiero tenerlos porque es lo que “debo” hacer? ¿Por qué quiero completar el casillero de mujer de hoy: exitosa, deseada, que puede tener y cuidar de ellos? ¿Soy una egoísta que sólo pienso en mí? ¿Y si cuando quiero ya es tarde? Me explica que es un gran caso que una mujer se plantee el tema conscientemente. Que hoy estamos tironeadas entre el trabajo y la maternidad, que cada vez estiramos más los plazos. Me recomienda que dirija mis pensamientos a si creo que estoy preparada para asumir los cambios que tendría mi vida como madre, si considero que soy lo suficientemente equilibrada para lidiar con esa responsabilidad, que considere qué rol va a asumir mi pareja, cómo vamos a repartir los cuidados y cómo proyectamos el futuro… Salgo con más preguntas que con las que llegué a la consulta. Pensando cruzo con el semáforo en rojo y ¡casi me pisa un auto!… (No es necesario explicarles el insulto que recibí.)
Las mujeres siempre somos discriminadas y nada ayuda. Si tenemos hijos disminuyen las chances en el mercado laboral y si decidimos no ser madres somos señaladas y juzgadas.
Aún no tengo respuestas. Lo sigo pensando. Es un tema muy personal y muy femenino, claro. Sé que la sociedad, las leyes, la cultura machista no me van a ayudar. Por el momento decidí algo: congelar mis óvulos. Y a la pregunta cuándo vas a tener un bebé le encontré una nueva respuesta: estoy pensando si quiero tener un hijo.
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