¿Estás deprimida y descolocada? Tranquila: cuando un telón se cierra, una puerta se abre. Te espera una cita en la que vos sos protagonista y te lo prometemos: incluye final feliz.
A continuación, los 8 escalones que llevan a una nueva vida. El divorcio no es un acto sino un proceso y que tire la primera piedra quien no hizo algo impresentable o no tocó fondo ante los grandes cambios de la vida. Con paciencia y buenas amigas, se puede volver del desborde emocional y evitar caer rodando hacia el precipicio.
Por más que cueste dar el paso, soltar la historia de amor en la que ya no estamos es una liberación. Por supuesto que duele (¡mucho!), pero si se le pone garra, autocompasión y madurez, todo debería ser para mejor. Cuando el enojo pasa, en la intimidad del desconcierto no queda otra que reencontrarse con una misma.
“La separación es el final de un camino compartido. Puede ser sinuoso o lento, ruidoso o silencioso. La forma de transitarlo no será para los dos de la misma manera”, dice Laura Vázquez, psicoanalista.
Estar en pareja nos transforma para bien y para mal. Por eso cuesta tanto volver al eje después. ¡Cómo cuesta decir “mi ex”! Y qué intensa suele ser la furia: ¿cuándo fue que él se transformó en un ogro? “Al poco tiempo de separarme me atormentaban los malos recuerdos con Andrés. Sus peores frases, escenas y desplantes se me venían a la mente una atrás de la otra. Cuando estaba sola, ¡lloraba a los gritos! Después de los ataques de tristeza me iba a lavar la cara, y a pesar de tener los ojos como huevos fritos me veía linda, en paz”, comparte Mariana (36). “Hoy solo agradezco el momento en que vi la foto entera y pude ser yo otra vez”.
“El encuentro que produce el amor es enigmático, singular e irrepetible. Igual es la forma de atravesar la crisis”, explica la analista Laura Vázquez. Distanciarse también es difícil para quien toma la decisión. Y por dudas, culpas y respeto muchas veces después de decir: “No va más”, una se convierte en acompañante terapéutica. Mentalmente, mientras se realiza ese gesto humanitario, suena el runrún reparador (“¡Por fin me lo quité de encima!”).
Si nos dejan, tenemos onda verde para ponernos densas y que nuestra red afectiva nos haga el aguante. Hasta que el psicólogo grite: “¡Basta! De nada sirve vivir esclavo de un recuerdo”. Eso le dijo el analista de No sos vos soy yo al personaje de Diego Peretti en esa película homenaje a lo impresentables que somos durante una crisis. “Pensar que quizás no la vuelva a ver me angustia. Necesito una fórmula, una pastilla, meditación, una bruja, lo que mierda fuera, alguna razón para no quedarme el resto de mi vida en la cama “, dice el protagonista. Y una horita después, final feliz.
Esa la pregunta que en algunas ocasiones viene luego de transitar el lado más bizarro de una separación. En busca del tiempo perdido y ante la sorpresa de la nueva identidad que asoma: dormir vestida, viajar, volver a los recitales, hacer maratones de reality show, correr 12k, instalar y desinstalar Tinder, Happn, Match, Badoo. “Me di cuenta de que mi marido alentaba mi peor parte. Hoy me siento liberada. Elijo celebrar la parte que más me gusta de mí”, dice Victoria (34), que se animó no sólo a cortar su vínculo sino también a ir a vivir y trabajar a otro país.
Pocas veces pero existe la amistad entre el hombre y la mujer que fueron pareja y tienen hijos en común. Si bien lo recomendable es mantener la misma relación amable pero distante que con el vecino del 5˚ B (“buenos días/buenos tardes”), algunas pueden ir por más. “Después de separarme y con el tiempo descubrí a un tipo amable, a quien le podía confiar muchas cosas. Él me consoló como nadie cuando se enfermó mi mamá. Y festejó conmigo la graduación de mis sobrinos”, cuenta Anita (45).
Cuando los chicos fueron testigos del desgaste de la relación, la separación es lo mejor que les puede pasar. Para ellos es contenedor ver a sus padres como adultos felices y serenos… o al menos no peleándose como perro y gato. “Los más chicos no pierden nada, sólo deben decirle adiós al proyecto en conjunto”, alivia la psicóloga Vázquez. “Perdimos nuestra pareja amorosa pero queríamos tener éxito con la crianza, y así fue -cuenta Diana (40)-. La verdad, hoy lo peor que les puede pasar es ¡que volvamos a estar juntos!”
Si el padre adhiere a la tenencia compartida, no sólo volvés a tener noches de soltera… te ahorrás baby sitter. Vos te replegás y los chicos se multiplican: reciben mimos al cuadrado. Los ejemplos también aplican con las mascotas. “Nos separamos, la perra era de los dos y optamos por la tenencia compartida -cuenta Verónica (40)-. Cuando ella necesita algo, él me busca con el auto y me lleva a la veterinaria. Si viajo se queda con él: me la devuelve más gorda y más malcriada”.
La mayor cantidad de rupturas se da después de hacer un viaje de descanso juntos, cuando la realidad supera lo ideal. “Era nuestro destino soñado, Cuba. Pero ya desde el minuto uno nos cortamos. Hizo todo lo que yo odiaba: se peleó con el policía que quiso mirar su mochila y con el pasajero de adelante, que reclinó el asiento de golpe. Se la pasó jugando al Candy Crush. Me hice cargo: ¡no lo soportaba más!”, cuenta Sol (37). Desde La Habana chateó con su amiga abogada, agendó un turno para la vuelta y se pidió otra copa de champagne, en pleno show de Tropicana.