El sexo, ¿mejor a los 40?

El sexo, ¿mejor a los 40?

¿Creés que el físico juega en contra para concretar las piruetas del Kamasutra? La madurez cronológica se corresponde con la sexual. Y el reloj biológico dice: buscar la posición que mejor le calce a tu tic tac interior.

12/03/2018 21:50

Miley Cyrus esta vez no tiene razón. Por algo se armó semejante revuelo cuando soltó que la posibilidad de tener una buena vida sexual muere al cumplir 40. Pero qué millennial tan conservadora.

Puede que si comparás la relación con aquel novio que tenías a los 20 con tu estado civil y tu foto actual, un poco te deprimas. Pero existe una palabra que describe como ninguna ese cambio: experiencia. Los años no vienen solos. La madurez en la cama se traduce en una mayor seguridad, relax y apertura para disfrutar de nuestro cuerpo.

Por otro lado, los 20 de ayer no son los mismos que los de Miley. En la era líquida y digital, muchas nuevas formas de encuentro, experimento y expansión de la sexualidad son posibles, incluso a los 40.

HIGGE WAY

A los 20… Tenías un novio de tu edad y eran igual de novatos. La previa era en los sótanos rockeros, en la peña de la facultad o en la disco. Miguel Abuelo y Luca Prodan estaban vivos. Se te podía dar el sexo en la arena del Cabo Polonio, en un colchón de hostel, en el auto del algún día tu suegro… No estar depilada te provocaba un ataque de risa.

A los 40… Más allá del estado civil, sabés bastante bien lo que te gusta y lo que no. Lo tuyo es el higgie sex, que sería la evolución easy going. El término viene de la cultura escandinava, describe a eso que nos calza jus­to, como anillo al dedo. Y aplica también a la jerga erótica. Este modo no destrona al toco y me voy sino que le suma el placer de lo simple. A esta altura de la vida tu partner no es ningún novato: lo conociste en Happn y el tercer orgasmo lo tuvieron en un hotel de Monmarte; ¡se coló en tu viaje por trabajo a París! Es profesional y usa perfumes más caros que el tuyo. Y si es tu compañero de siempre, ¡enhorabuena! Sabrán/tendrán que reinventar una se­xualidad con contenido propio.

DEL OMBLIGO PARA ABAJO

A los 20… Eras Winona Ryder en Generación X. Estudiabas y/o trabaja­bas. Creías seguir una vocación. Tenías un novio para compartir salidas e intimidad aunque no todavía un proyecto. Casi toda la libido estaba en la acción. Eras más insegura y el sexo se vivía con pudor o culpa. Tus ídolas eran Florencia Peña y Julieta Ortega. “Por años soñé tener lolas más grandes pero no me dejaron operarme; mi familia valora la onda natural”, recuerda Mercedes (44).

A los 40… Tenés tus días, pero te aceptás. Trabajás para ponerle onda al amor propio, aun teniendo hijos y luchando contra esos kilos extras que no lograste bajar. Por eso tratás de no pellizcar el pan ni nada que contenga harinas, hacés más abdominales, pero la copa de vino en la cena no se negocia.

EL CORSET DE CHAROL

A los 20… Te desnudabas sin importar dónde. Te quedaba bien la remera rota de tu hermano y si pasabas tres horas cambiándote antes de salir era pensando en la moda y no en verte sexy. “Siempre fui casual al vestirme para una cita -dice Mariela (41)-. Pero reconozco que los días de frío hacía sacrificios para llevar tacos altos y po­lleras cortas y sin medias. ¡Mariela fue punk! “Usaba corsets de charol y ropa interior metalizada que me habían traído de NY”,

A los 40… Estar limpita, oler bien y que la ropa esté planchada es un tema que te preocupa. Pasaste de vivir en un PH al semipiso con vestidor. Escuchás una FM que, como broma vintage, pasa “lentos”. Si intuís que esa noche se te va a dar, ni de casualidad confundís un corpiño deportivo con uno de encaje. “Desde los 40 tengo más cuidado al elegir qué me pongo. Igual, ante lo inevitable mi estrategia es ponerle buena onda”, ad­mite Soledad (48).

CARTÓN & NIDO LLENO

A los 20… A la madrugada te despertaba el deseo o a lo sumo los aullidos del perro de una vecina, ¡nunca el llanto de un bebé! No importaban la hora o el lugar si el amor llamaba a tu cuerpo. O sí, pero lo que había que coordinar era que tus papás viajaran por el fin de semana, aguantarse la tarifa y los espejos de un albergue transitorio o… acurrucarse en algún lugar público. “La incomodidad no contaba. Si lográbamos estar solos, la playa o el suelo de tierra de una carpa podían ser lugares ideales”, recuerda Mer­cedes (39). “Teníamos más tiempo libre: una tarde de estudios de historia contemporánea podía convertirse en una clase de anatomía. Lo que primaba era la privacidad”.

A los 40… Buscamos estar más tranquilas, en un espacio propio. Tu casa o la de él. Entonces, se trata de buscar el mo­mento apropiado para el encuentro. Puede ser por asalto en la cocina o con el barullo de Indomables de fondo… Por otra parte, las reglas eróticas cambian y se llenan de turbulencias si hay niños en la casa. Y hablan­do de anatomía, puede ser motivo para festejar que en plena acción no se te acalambre un muslo o no se te corra del lugar el man­guito rotador. Los años no vienen solos, pero siempre habrá cosas peores. La ciencia dice que la entrada en la menopausia no tie­ne nada que ver con la pérdida de deseo, aunque sí con la sequedad vaginal, algo que se resuelve con una crema. En síntesis, ¿importa la edad o el kilometraje? No hay peor enemigo de la libido que los prejuicios ni mejor afrodisíaco que la felicidad y la libertad.