Miedo, nostalgia, soledad, ilusión, sentir que todo tiempo pasado fue mejor. ¿Qué hay detrás de esa actitud? Es algo que se potenció en el último año. No importa si no sabían nada el uno del otro desde hacía seis meses o diez años. De pronto apareció… pero es algo que se oculta. ¿Sirve reiniciar?
Las expectativas sobre volver con el ex suelen ir ligadas a la fantasía sobre aquello que no salió bien. La esperanza de que haya cambiado de opinión respecto de alguna cosa que fue el detonante del final. Por ejemplo, no tener hijos o tenerlos, que acepte las condiciones que impone su trabajo, que ya no sea tan celoso o infiel… Creer que el reencuentro dará pie a una segunda vuelta o, en casos que tengan hijos, las ganas de volver a ser una familia suele ser la excusa más común. Pero, ¿tiene chance de éxito volver con quien se terminó? Según una investigación de la Universidad Estatal de Kansas, casi cuatro de cada diez matrimonios vuelven. La reincidencia es del 37% cuando se trata de parejas sin papeles pero que han pasado por la convivencia. La fantasía (y la realidad) de intentarlo otra vez es habitual. Y si ese estudio se hubiera realizado el año pasado, cuarentena y pandemia mediante, los números habrían sido mayores. Con el mundo patas para arriba, la posibilidad de reenamorarse resulta un motor para muchos.
TABLA FIRME
“Retomar un vínculo es una idea que se repite por la simple razón de que una ex pareja representa lo conocido y se ubica en nuestra zona de confort”, reflexiona Claudia Quiroga Daldi, miembro del Equipo de Difusión del Counseling de la Asociación Argentina de Counselors. Aunque eso conocido no haya sido suficientemente bueno como para conservarlo, a veces lo desconocido produce tanto temor que la balanza se inclina por echar mano al pasado. El punto es que para lograr dejar atrás una relación que no funcionó debemos atravesar la barrera del miedo. “También influye el mandato social, que pesa sobre todo en las mujeres. Entonces, si se dilata formar una nueva pareja, es probable que percibamos a la anterior como accesible y cercana”, dice la counselor. O sea que termina triunfando aquello de “mejor malo conocido que bueno por conocer” y, sumada la angustia de no conseguir armar otra relación, caemos en la trampa mental de que la única alternativa es apostar de nuevo por la misma persona.
POCA CHANCE
Verónica, de 28, se separó de Juan Manuel hace más de dos años pero nunca pudo sacárselo de la cabeza. Fue una relación que la marcó sobre todo por el final. El le confesó sucesivas infidelidades y ella, después de mucho llorar, intentó apostar y seguir juntos. Pero un día quien dio por terminado todo fue su marido. Ella se recibió de diseñadora de Indumentaria, consiguió un buen empleo y salió algunos meses con un compañero de trabajo. Quedó emocionalmente muy golpeada. Así que hace unas semanas, cuando aceptó un par de invitaciones de su ex, mantuvo esos encuentros como un secreto bajo siete llaves, incluso ante sus mejores amigas. “El grado de bochorno al contarlo depende del tipo de relación que tuvimos y lo que compartimos sobre ella con nuestras amistades o familia. Si nuestra ex pareja fue objeto de críticas, por ejemplo, es complicado admitir que estamos considerando volver; los demás se sienten testigos incómodos”, dice Quiroga Daldi. “Sabía que me iban a decir que estaba loca después de lo que me había hecho sufrir, pero precisaba tenerlo frente a frente y escuchar si se había arrepentido y qué había significado yo en su vida”, explica Verónica. “En algunos casos –confirma Quiroga Daldi–, la necesidad de reparar un vínculo surge porque percibimos esa relación como inconclusa. Aunque racionalmente Verónica entendía que era mejor evitar cualquier contacto, no pudo resistirse.” “Es difícil hacerle caso a la experiencia, por más dolorosa que haya sido. Existen muchas separaciones que niegan lo traumático y solo reconocen los mejores aspectos de esa historia”, explica el psiquiatra y sexólogo Walter Ghedin. Es como si de repente se barrieran los malos recuerdos y relucieran solo los felices, sin tener en cuenta las diferencias, peleas, incomodidades o desamores que hayan existido. Verónica pudo reencauzar lo que estaba sucediendo y poner un límite: “La segunda vez que nos vimos me di cuenta de que él nunca iba a poder darme las respuestas que yo buscaba porque es como es. Un seductor al que no le podés creer una palabra. Pienso que haberme animado a verlo fue muy riesgoso pero, a la vez, siento que ahora pude terminar. Fin”.
SEGUNDAS VUELTAS.
¿SON BUENAS?
En medio de la cuarentena estricta, Silvina (38) no tuvo mejor idea que rastrear a su novio de la adolescencia. Se acordó de que hacía varios años había aceptado su invitación de amistad en Facebook. Como nunca usaba esa red, no habían cruzado más que un saludo. Así que empezó a mirar sus posteos y vio que estaba sin pareja y decidió escribirle. “Cuando el futuro se nos presenta como incierto, puede llevar a un arraigo desmedido por el pasado –explica Quiroga Daldi–. Claro que nunca es una buena motivación echar mano a una relación anterior solo para evitar la soledad. Es mejor reflexionar y repensarse para poder transitarla en vez de tratar de evitarla a cualquier costo.” Silvina envió su mensaje y enseguida él le pasó su teléfono. Durante días estuvieron hablando por horas. Desde junio de 2020 están juntos otra vez. “Es muy loco no tener que explicarnos nada del pasado pero, a su vez, descubrirnos en facetas que no nos conocíamos”, dice Silvina. Hay segundos intentos muy satisfactorios, otros que no prosperan pero tampoco dejan secuelas negativas y algunos que fracasan. Nadie tiene asegurados los resultados aunque hay factores que de movida pueden augurar turbulencias. Quiroga Daldi enumera los más comunes que llevan a un nuevo tropiezo. Que la motivación haya sido la soledad o el temor a lo desconocido, tener expectativas desmedidas o minimizar ciertos aspectos que molestaban y que inevitablemente vuelven a ponerse de manifiesto. ¿Es conveniente la sinceridad o armar cierta estrategia para no mostrarse tan en carne viva? “La autenticidad para con la otra persona, y sobre todo para uno mismo, es una condición indispensable en todo vínculo saludable –dice la counselor–. Armar estrategias disminuye la espontaneidad. Y, en muchos casos, construye una barrera defensiva que conspira contra la relación que se desea restablecer.”
TOUCH FOR GO
En otras historias, el plan personal es reencontrarse solo una vez para confirmar que la decisión de separación fue la correcta. Eso le ocurrió a Constanza, de 43 años, cuando se enteró de que Matías, su ex marido, iba a irse del país. “La verdad es que necesité volver a sentarme con él para ver qué me pasaba. No tenemos hijos en común y sabía que su decisión de vivir afuera era un corte definitivo de lo nuestro. Así que le pedí tomar un café”, relata. Ghedin explica que antes de cualquier encuentro tiene que haber un compromiso con uno mismo que no debe ser traicionado ni influenciado por promesas vanas. “Se sabe que el otro, aunque lo jure y perjure, no puede cambiar trascendentalmente en poco tiempo”, dice el psiquiatra. “Fui con mucho miedo de no poder manejar la situación pero hoy no me arrepiento. En una hora me di cuenta de que seguía con su actitud cerrada de siempre y reviví lo mal que me hacía sentir. Supe que iba a estar mejor sola que en esa lucha continua para que él abra sus sentimientos”, remata Constanza.
TENTACIÓN, EN UN CLIC
Las redes sociales nos permiten hacer una especie de tomografía computada de cómo está (y con quién) la persona en cuestión. La tentación es fuerte y a un solo clic. Y la verdad que espiar por la mirilla la vida ajena pudo funcionarle a Silvina para reencontrarse con ese amor de juventud. Pero es una chance que no ayuda en nada si lo que se necesita es poner punto final. Terminó con Germán hace meses, pero Marina (37) todavía entraba cada día en su Instagram. “Lo veía sonriente, hermoso. Cada vez me enganchaba más. Me empecé a preguntar si había hecho lo suficiente por salvar la pareja. La idea me superó. Así que decidí escribirle y proponerle un encuentro. Pero no aceptó. Me dijo que sentía le iba a hacer mal y prefería seguir así”, dice. Ghedin reconoce que es frecuente que luego de la ruptura se instale la duda o el reproche: “No hice lo suficiente”, “yo tuve la culpa”, “no supe respetar sus tiempos”. Y señala que todos esos pensamientos tapan la realidad de la separación. “Antes de un nuevo acercamiento, hay que evaluar el costo/beneficio y estar preparados para lo que surja”, advierte el especialista. “Ahora pienso que fue lo mejor. Pero me resultó tremendo bancarme el rechazo”, confiesa Marina.
SUBE Y BAJA: ILUSIÓN & FRUSTRACIÓN
También existen personas que reciclan la esperanza dándose una y mil veces la cabeza contra la pared. Racionalmente saben que no va más. Pero insisten. Lo que impulsa, en estos casos, es la ansiedad que provoca cierta compulsión por la repetición. “Lo saludable nos alerta de aquellas situaciones que pueden ser amenazantes. Lo patológico, enfermo, nos lleva a cometer errores, a los arrebatos, con tal de tener sí o sí alguna certeza. Además, la ansiedad se camufla con el deseo. Creemos que lo que hacemos es lo que queremos cuando en realidad es por ansiedad. Respetar ese saber de lo que fue la relación es fundamental para no volver a sufrir”, puntualiza el sexólogo y psiquiatra. Hay que estar alertas para detectar en uno (y en el otro) ese mecanismo, porque lo que apunta el especialista es lo que nos diría cualquiera que nos quiere bien. Es preferible llorar una vez por una ruptura que subirnos a constantes picos de ilusión, frustración y angustia. Por supuesto que la incertidumbre generalizada en la pandemia no ayuda, pero es ahí cuando más atención requiere trabajar internamente para estar al frente de nuestras emociones y no ser arrasados por ellas.
¿SEXO…?
¿Qué pasa si una charla en un bar termina en la cama? El desafío será no enredarnos en las suposiciones, los malos entendidos y no pasarla mal al día siguiente. “Para evitar un sabor amargo, hay que dimensionarlo en forma realista y vivenciarlo como lo que es, solo un momento. Y punto. No es un paso para llegar a otra parte, ni una condición para volver a la historia anterior. Por supuesto que forma parte de, pero también puede ser solo eso, un encuentro sexual que puede resultar sumamente satisfactorio, aun si es la última vez”, explica Quiroga Deldi. Lo más complejo será lograr manejar las emociones si todavía alguno de los dos sigue enamorado. La counselour asegura que nuestros sentimientos, sean cuales fueran, merecen que los abracemos, los asumamos sin juzgarnos y con una mirada comprensiva. “Amigarnos con lo que sentimos hoy, de a poco nos permitirá poder ir superándolo”, dice.
TODO TIENE UN FINAL
¿Qué pasa cuando aun sabiendo que la separación es irreversible surge la necesidad de un encuentro? Ghedin recuerda que toda pérdida merece un tiempo de evolución y, en la vorágine en la que vivimos, esperar a que eso suceda puede ser una acción que resulta intolerable. “Ahí es cuando se vuelve inminente enfrentar la situación para que no existan más dudas, para que el dolor del ¡ya fue! tenga el alivio que provoca saber que la decisión fue la correcta. Muchas veces uno se enfrenta con lo temido para ganar confianza, recuperar la estima y tomar plena conciencia de que no va más”, afirma. En definitiva, volver o no volver tiene que ser una elección tomada desde el amor (fundamentalmente hacia nosotros mismos).