Poné la lupa en los actos más cotidianos.
El repudio ante los feminicidios, el abuso sexual y la violencia física contra las mujeres es, por suerte, general y unánime. Pero lamentablemente, lo que permite que siga existiendo y reproduciéndose de generación en generación, es algo mucho más sutil y difícil de identificar. Los micromachismos, o la forma más cotidiana, aparentemente inocua y más socialemente legitimada de violencia de género, son esos pequeños supuestos, actitudes, comportamientos, gestos y actos cotidianos que están tan arraigados que sostienen y a su vez solidifican el machismo de nuestra sociedad. La mala noticia es que vos misma podés estar reproduciéndolos desde tu casa, con tu familia, con tus hijos o en tu trabajo, ya que son una parte fundamental de la socialización tanto de hombres como mujeres. La buena es que después de siglos de invisibilidad (¡están tan arraigados que nadie los nota!), hoy finalmente tienen un nombre y podemos identificarlos.
A través de los micromachismos reproducimos que la mujer es más débil, menos inteligente e inferior al hombre, lo que por lo tanto no sólo justifica la violencia explícita hacia ellas sino también el rol social que se les impone: su posición en el mundo del trabajo, de la familia, su cuerpo y su aspecto físico, sus derechos civiles.
Lo primero a tener en cuenta es que hay que estar dispuesta a cuestionar todo. Ir contra los micromachismos significa aplicar la famosa deconstrucción a las relaciones sociales de todo tipo. Empecemos por nosotras: ¿En qué actos o presupuestos cotidianos reproduzco el machismo aún inconscientemente? ¿Qué imposiciones que deberían ser inaceptables acepto como naturales?
Hay algunas sentencias que hasta nosotras mismas repetimos como verdades: que los niños no lloran, que las mujeres somos inevitablemente emocionales, que la cantidad de sexo que tiene una mujer es directamente proporcional a su humor: pero ojo, si una mujer tiene mucho sexo es valorada negativamente ¡Al revés que un hombre!
Está en lo que consumimos: desde las películas y cuentos sobre princesas frágiles que son rescatadas por varones que les mostramos a nuestros hijos, hasta los juguetes que podemos llegar a regalarles (cocinitas y bebés para las nenas, autos, ciencias o deportes para los nenes). Cómo nos preparamos para una salida: si siempre cuidamos que nuestra hija esté linda pero que nuestro hijo esté cómodo, o si sentimos la presión de estar bien vestidas y deseables en una fiesta aunque nuestra pareja vaya de remera de futbol y ojotas. Cuándo tenemos que hacer un regalo y vamos sin pensar a buscar un producto cosmético si es una mujer, o un libro si es un varón.
También tiene que ver con nuestro rol tanto público como privado. ¿Alguna vez te pusiste a pensar por qué hay trabajos considerados “de mujeres”? ¿Por qué conocés tan pocas mujeres gerentas y jamás escuchaste hablar de un empleado doméstico? Las mujeres no tienen ninguna disposición neurológica ni física a ser mejores en las tareas de limpieza y manualidades, y peores en el ámbito de la toma de decisiones: es un estereotipo que repetimos hasta el hartazgo y sin cuestionarlo, nada más que eso. Lo mismo con las tareas de cuidado: se supone que las mujeres tenemos que hacernos cargo de niños, viejos y del cuidado de la casa ¡Aunque no seamos amas de casa y nuestra jornada laboral afuera del hogar dure lo mismo que la de nuestro marido! Llegar, hacer la tarea con los chicos, cocinar, lavar… es una rutina que puede sonarle familiar aún a la profesional más independiente. Asumir que tanto dentro de la casa como en el trabajo, es el hombre quién toma las decisiones; el “preguntale a tu padre” dentro de la familia.
Hasta nuestro uso del espacio está atravesado por micromachismos: por ejemplo, al dar por hecho que el hombre es el que ocupa el volante del auto no hacen más que perpetrar este supuesto lugar de superioridad.
Los micromachismos pueden no parecer violentos a simple vista pero sirven para reproducir y perpetrar la desigualdad de género. Para combatirlos, solo hay un camino: prestar mucha atención y no dejarnos amedrentar. La próxima vez que escuches un comentario acerca de cómo manejamos las mujeres, no lo dejes pasar. Dejá de considerar que tu marido “te ayuda” si una noche cocina él: no hay ninguna razón a priori por la cual las tareas domésticas y de crianza no sean repartidas de igual forma.
La clave es resetear el chip y tener muchísimo cuidado con el mensaje que les damos a nuestros hijos: no hay nada más pregnante que un buen ejemplo.
Incentivemos a nuestros chicos a hablar de sus sentimientos y motivemos a nuestras chicas que sean buenas en ciencias. Pidamos ayuda a todos por igual a la hora de hacer mandados, y tampoco es cuestión de prohibirle a nuestras hijas todas las películas y dibujitos de princesas: simplemente ir un poco más allá, esforzarse y mostrarles que esa versión existe, pero no es la única ni es un ejemplo a seguir.
Los ejemplos son infinitos e imposibles de contener todos en un solo artículo: pero poniendo nuestros micromachismos y los de nuestro entorno bajo lupa es un gran primer paso a la hora de construir una sociedad más justa para las generaciones que vendrán. ¡Vale la pena el trabajo!
¿Sos víctima de violencia de género?
La Línea 144 brinda atención telefónica especializada a mujeres durante las 24 horas, los 365 días del año. Es anónima, gratuita y nacional.