ESTILO DE VIDA
El deporte fue siempre su pasión. Sin embargo, no se destacaba en ninguna disciplina. Carolina empezó a entrenar para mejorar su cuerpo y balancear sus emociones. Con el tiempo, reconsideró sus aptitudes y en el running encontró su vocación.
Corro, luego existo. Tengo 42 años y hago deportes desde chica. Nunca me destaqué en ninguno, pero tuve la fortuna de pasar por varias disciplinas muy distintas que dejaron huella en mi cuerpo y en mi carácter. Natación, gimnasia en todas sus formas, danza, montañismo y hasta triatlón.
Pasados los 30 descubrí mi pasión: correr. Venía haciéndolo hacía bastante de manera recreativa. Salía a trotar lo que podía cuando podía, por hobby o para acompañar a algún alumno. Hace veintidós que soy entrenadora personal e instructora de fitness. En esa época, mi trabajo consistía en ayudar a las personas a sentirse y verse mejor con su cuerpo. En su mayoría, no se ejercitaban por pasión sino más bien por compromiso. No eran deportistas. Lo hice hasta que entendí que quería otra cosa. Me enamoré por completo del running y el atletismo, y no paré más. Sentí que por fin había encontrado mi lugar en la vida, mi vocación. Ahí dejé de ser personal trainer y me enfoqué solamente en los alumnos que me elegían como entrenadora porque realmente querían correr. Ni adelgazar, ni tonificar, ni mejorar la salud. Correr. Empecé a estudiar entrenadora nacional de atletismo y, mientras cursaba, conocí a mi actual socio, con quien hoy lideramos un grupo de más de 150 corredores.
Por ese entonces, me propuse además entrenar con más exigencia, con un plan sistemático, guiada por el experto César Roces. De él aprendí mucho y sigo aprendiendo. Me ayudó no solo a mejorar mi rendimiento sino a ser mejor entrenadora y persona: más paciente y tolerante, menos ansiosa y desordenada.
Cuando el compromiso atlético me atrapó de verdad, lamenté no haber empezado “seriamente” antes. Pero me propuse hacer todo lo que me fuera posible para alcanzar mi mejor versión. Mi prioridad desde entonces pasó a ser correr, al punto de que al llenar formularios muchas veces pongo: “Atleta”. Mis horarios los acomodo en base a eso y mi trabajo también. No me tapo de clases ni alumnos, porque justamente quiero disponer de tiempo y energía para entrenar.
Correr me salvó muchas veces y, además, me cambió por completo. El cuerpo, las prioridades, las ideas. Si lo pienso bien, creo que comencé un poco para adelgazar. Sabía que el running quema muchas calorías, y yo siempre quise pesar menos. Incluso me sigue pasando al día de hoy. Es una lucha interminable desde siempre. Cuando arranqué, quería perder kilos por estética. Hoy, quiero adelgazar para correr. Parece una ironía o un karma, pero así son las cosas. Estoy más magra que a los 18, pero al lado de las que se destacan en mi deporte soy siempre la más robusta. Les llevo fácil diez o quince kilos. Así y todo, muchas veces mi entrenador, que no es un obsesivo con el tema del peso, me ha dicho que a mí los kilos me pesan más en la cabeza que en el cuerpo. Y seguro tenga razón.
Y hablando del cuerpo y de las cosas que cambiaron desde que empecé a correr, algo que destaco es el trato de la mujer en la calle. Recuerdo que hace varios años, no podía salir en calzas o shorts sin que me gritaran de todo. Las corredoras éramos un blanco perfecto para recibir miradas obscenas y palabras groseras. Hace un tiempo, esto ya no pasa tanto. Capaz que te miran, pero no te dicen nada.
Cada vez somos más las mujeres en escena, y esto se plasma también en las carreras. Incluso en las de largas distancias, que en un momento eran un terreno mucho más masculino. En cuanto al porcentaje de inscriptos, en pruebas de calle, la brecha disminuyó de manera exponencial, a pesar de que los hombres sigan siendo mayoría.
Si pensamos que hace tan solo 55 años la mujer no podía participar en la distancia de maratón, la situación actual es para celebrar, aunque posiblemente quede mucho por hacer. Antes del ‘70, se consideraban “más débiles y frágiles” y por eso no se las incluía en determinadas pruebas deportivas.
En 1967, en los 42K de Boston, Kathrine Switzer hizo historia: pasó a convertirse en la primera que corrió una maratón de forma oficial (una competición exclusiva para hombres hasta ese entonces) logrando un cambio radical en la situación de las mujeres en el deporte.
Afortunadamente, muchas cosas han cambiado, seguramente seguirán en ese rumbo y evolucionando a nivel sociedad. Y también estoy convencida de que correr mejora a las personas en sí mismas. A cualquier edad. Conozco infinidad de casos de gente que empezó de grande y modificó su actitud ante la vida por completo. A varios amigos, a una edad donde quizá no es tan fácil conseguirlo, correr les ha beneficiado la salud y la autoestima, les ha dado la posibilidad de soñar con desafíos impensados aún cuando eran muy jóvenes. Como correr una maratón, por ejemplo. Y también a los adolescentes, que en algunos casos los ayudó a dejar de lado malos hábitos y compañías.
Algunos dicen que el deporte te aleja de casi todo lo que no está bien, y yo creo que es verdad. En lo personal, mi historia atlética me asombra y motiva. Este deporte me volvió más fuerte y también menos superficial, entre otras cosas. A los 20 no salía si la ropa no me quedaba bien y elegía las zapatillas por diseño o color. Ahora, mis prioridades son otras. No me importa si el equipo no combina. A los 20, corría los 10K apenas debajo de una hora. Hoy, a mis 42, estoy cerca de los 41 minutos y sigo bajando tiempos. Antes corría por compromiso, hoy por pasión. Antes cuando me deprimía, me quedaba quieta, sin ganas de nada. Ahora, aún en mis peores momentos, trato de correr y después me siento mejor. En este deporte encontré herramientas para afrontar la tristeza, la ansiedad, la inseguridad y el enojo como no encontré en ningún otro lado.
Si estoy con dudas, corro y aparecen buenas ideas. Si estoy molesta, corro y lo que me perturbaba ya no parece tan grave. Si estoy angustiada, corro y las endorfinas atenúan ese pesar. Si tengo que tomar una decisión importante, trato de hacerlo después de correr.
Por eso, a cada persona que puedo le recomiendo correr. Ya no me imagino mi vida sin correr. No sé si es bueno o malo. Pero es lo que hay.
(Carolina Rossi es entrenadora nacional de atletismo y corredora)