Desde la elección del alojamiento hasta el souvenir que nos llevamos de recuerdo tienen impacto en el medioambiente.
El compromiso de llevar una vida sustentable no se toma vacaciones. Y no, no se trata simplemente de evitar arrojar basura o separarla para reciclarla. El objetivo principal es que nuestras acciones tengan un bajo impacto para el planeta, pero también contribuir a generar ingreso y empleo entre la población local que visitamos. Paula Alvarado, periodista especializada en diseño sustentable y cultura ambiental, va más allá de los tips que ya conocemos de memoria y comparte sus consejos para convertirse en un viajero sustentable de ley.
Elegir hospedajes autorizados y emprendimientos locales. Buscar conocer la cultura, las problemáticas y la gastronomía local. Tratar, por ejemplo, de comer en restaurantes locales y no alojarse en cadenas internacionales que no tienen nada que ver con el lugar.
Informarse sobre programas de reciclaje local y tratar de separar y reciclar la basura que uno genera.
Por el lado de la naturaleza, la meta es evitar el deteriorio del hábitat de animales y plantas. Algunas claves: No tirar basura en bosques, sierras y todo ambiente natural donde se vaya a hacer trekking o campings, por ejemplo. Algo que yo hago cuando viajo es no solo no ensuciar, sino levantar la basura de otros.
En la playa, es clave pensar y actuar sobre el problema de la basura plástica. El plástico es un material increíble persiste en la naturaleza por mucho tiempo sin biodegradarse. Para ser un turista responsable de la costa, hay que pensar en reducir su consumo durante todo el año: tomar agua filtrada en botellas reutilizables, evitar los sorbetes, los vasos y cubiertos descartables. Y cuando estás en la playa, llevarte con vos todo resto de plástico y desecho que hagas, incluyendo colillas de cigarrillos, para evitar que vuelvan al océano o que las aves costeras los confundan con comida.
Al sumergirse en ríos, arroyos, lagos y mares, evitar el uso de protectores solares con componentes tóxicos que puedan alterar el hábitat natural de la fauna marina. Elegir protectores biodegradables.
Cuando uno hace camping o caminatas largas, evitar el uso de cosméticos (champú, cremas, jabones, detergentes) con componentes artificiales tanto para higiene personal como para lavar platos o utensilios en ríos, arroyos o en cursos de agua que sean descargados sin tratamiento. Una buena alternativa es un jabón blanco neutro, como los que se usan para lavar los platos.
No llevarse nada de los lugares que uno visita. Y si se compran artesanías, prever que estén realizadas con materiales sustentables vegetales y que no tengan ningún vínculo con plantas o animales exóticos (caparazones, pieles, corales, conchas, caracoles: es posible que hayan sido obtenidos en forma cruel e irresponsable, que pone en peligro la existencia o equilibrio de los animales); tampoco comprar ejemplares de plantas exóticas que hayan sido sacadas de su hábitat en forma ilegal).
En el mismo sentido, evitar atracciones o servicios que tengan que ver con el sometimiento de un animal. Ya sea un pony que se esclaviza para una foto o una serpiente que se usa como un elemento de utilería para selfies, el consumo de ese tipo de entretenimiento o servicio los perpetúa. No solo hay que evitarlo, sino denunciarlo a las autoridades pertinentes.
Llevar souvenirs de materiales renovables y emprendimientos locales. Descartar las chucherías importadas que no dejan ningún valor a la economía local.
Y finalmente, el tiempo de ocio y la quietud mental que permiten las vacaciones son momentos valiosos para observar a la naturaleza que nos rodea. Ya sea en una ciudad nueva o en la playa o en un bosque, es maravilloso detenerse y entender que debajo de cada piña hay miles de hormigas u hongos descomponiendo hojas. Observarlos permite que se genere una reverencia por la naturaleza. Y también mayor conciencia. Por más que vivamos a muchos kilómetros de distancia, nuestras acciones están conectadas de alguna forma con todos ellos.