Salieron a la ruta siendo dos y por seis meses. Siguieron de viaje por dos décadas, tuvieron cuatro hijos y recorrieron los cinco continentes. Al volver quieren dormir una siesta.
Esa casa a la que vuelven “cada dos o tres años, por tres meses” está en Cardales (Bs.As.), la cuidan unos primos. La habían terminado poco antes del 25 de enero de 2000. Ese día, Cande y Herman, un matrimonio veinteañero con unos miles de euros ahorrados, registraron en el Obelisco el inicio de su viaje: la aventura de atravesar América en un auto antiguo hasta llegar a Alaska, “lo más alto”, en seis meses.
“Secretaria” y “electricista” declararon en migraciones. Aquel semestre y esos fondos sólo alcanzaron hasta Ecuador. Pero el sueño, más tarde, se cumplió y se multiplicó. Se las rebuscaron. Y la travesía se extendió. Lleva más de dos décadas. Tuvieron cuatro hijos en el camino: Pampa (18), Tehue (15), Paloma (13) y Wallaby (11). Y, siempre con el mismo vehículo Graham-Page de 1928, recorrieron los cinco continentes.
Ahora, en cada frontera, presentan su “carpeta de viaje”. “Para que no pregunten dónde vamos a parar y con qué ingresos.” Después muestran la libreta de matrimonio y los pasaportes multicolores (salvo Wallaby, los chicos tienen triple ciudadanía: argentina, europea y del país de nacimiento). Y señalan en qué página queda un huequito para estampar. “Hemos tenido que despegar visados con vapor”, recuerda Herman.
Pero las leyes de la pandemia también les tocaron a los Zapp. “No quisimos volver sin poder abrazar”, aclara Cande. Se quedaron en Brasil todo el año pasado. Una rareza.
“El 90% del viaje ha sido parando sólo por tres noches”, comenta Herman. Salvo excepciones: grandes ciudades de Europa, como Barcelona; la previa de cada parto, y dos meses en Goa, en India. “Desde ahí era muy costoso cumplir con la tradición de las vacaciones argentinas. Construimos una cabaña en la playa con palets de madera en el piso, columnas con palos y plásticos para la pared y el techo, y cubierta con hojas de palmera. Y con ladrillos de lava, un horno.”
Para mantenerse veinte años en el camino vendieron artesanías, libretitas, postales y cuadros pintados por Cande. “En Colombia empezamos a escribir. El primer libro fue muy chiquito, de bolsillo. Nos llevó hasta Alaska”, recuerda. Y agrega: “Elegimos compartir un mensaje en lugar de ofrecer algo material. Nunca tuvimos patrocinio ni publicidad. Nos apoyan quienes nos reciben en una posada o nos invitan a dar una charla. No todo se mueve por dinero”.
“Armamos una familia de seis, viajando en un carro viejo sin tarjeta de crédito –refuerza Herman–. Queremos inspirar a otros a soñar.”
-NO TIENEN UN MOTORHOME. ¿VIVEN ACAMPANDO?
HERMAN ZAPP El auto tiene una carpa que se arma en el techo, para los chicos. Los asientos se reclinan y queda una cama para dos. Podemos acampar hasta en medio de Nueva York. No necesitamos pasto. Pero casi nunca pasamos la noche en el auto, sólo en un desierto. Buscamos dormir en casas de familia. Aunque recordamos lugares donde hubiéramos preferido quedar afuera. Como en la India, donde usan catres y las vacas están adentro.
-¿CÓMO ES EL BOTIQUIN DE PRIMEROS AUXILIOS?
H.Z. Nunca tuvimos seguro de viajeros, aunque nos ofrecieron por publicidad. El papá de Cande era médico. Nos armó un listado de medicamentos que debíamos tener. Se fueron venciendo. Los chicos sólo tuvieron diarreas o gripe. Pampa se quebró un brazo al caer de un árbol y lo curaron en un hospital africano. A mí me mejoró la salud. Si bien tuve malaria y gripe A, dejé de sufrir jaquecas y dolores estomacales crónicos. Eso desapareció. Si me duele la cabeza es porque me olvidé de tomar agua.
ELLE ¿Y LOS EMBARAZOS?
C.Z. Tenía una historia clínica ambulante. En cada control, en el destino que tocara, pedía que me escribieran un informe para mostrar al siguiente médico, en cualquier país. Con mis cuadros pagamos las ecografías. Tuve dos partos en hospital (en EE.UU. y Argentina) y dos en casa de familia (en Canadá y en Australia, el último fue en el agua).
ELLE ¿CÓMO ES EL SISTEMA?
C.Z. Con el material del Servicio de Educación a Distancia del ministerio. Cada dos meses hay que enviar exámen por correo postal. Aprovecho el viaje. Con un león cazando un ciervo, expliqué la cadena alimenticia. Y les mostré en vivo el Everest, la montaña más alta del mundo. Cada regreso a Argentina cumplimos el requisito de que asistan a la escuela. ¡Les encanta! A las 7 saltan de la cama para ir.
ELLE ¿CÓMO SIGUE LA HISTORIA?
C.Z. Cuando faltaban 35 millas para Alaska, me puse a llorar. No quería terminar. Hicimos una parada más en Canadá, para no llegar tristes. Nos dimos cuenta que lo maravilloso estaba en el camino y no en la meta. Este es un momento parecido. Se preocupan y preguntan qué vamos hacer al volver. Nosotros sabemos que vamos a dormir una siesta.
Narra los primeros cuatro años: de Ushuaia a La Quiaca y todo América. Está en seis idiomas: español, inglés, francés, italiano, chino y coreano. Fue la forma de seguir el viaje. “Lo vendemos en la ruta, al lado del auto, o nos invitan a dar alguna charla o por Mercado Libre. En el 2020 escribimos material para tres libros más. Serán sobre el camino en Africa y Asia.
El Graham-Page de 1928 atravesó desiertos, cruzó el Amazonas en canoa y océanos en barco. “Funciona con cualquier gasolina. Es muy básico y analógico. Toda pieza se puede arreglar o cambiar, aunque estés en la India. En el baúl llevamos la comida y cocinamos, porque se hace mesa. En el techo van la carpa, la pelota, la bicicleta, la patineta. Vamos con dos valijas con ropa de temporada. Compramos usado o nos prestan. Con cada bebé que nació tuvimos que dejar cosas y hacer lugar. En Brasil tuvimos tablas de surf. Los chicos saben que cada cosa que se suma al equipaje, otra se deja. Nos adaptamos según el lugar. En Namibia, Tehue donó su bici a un orfanato; necesitábamos lugar para más elementos de camping porque no íbamos a poder estar en casas.”