El fenómeno de vestir tu frase, idea o convicción favorita fue uno de los protagonistas del año, tanto en off como on line.
De los memes al algodón. De las estampas a la calle. Y otra vez a la redes. El fenómeno de vestir tu frase, idea o convicción favorita fue uno de los protagonistas del año, tanto en off como on line.
Basta con lanzar el tema en un grupo de chat sub 30 para que empiecen a caer las fotos al hilo. Frente al espejo, en el recital del viernes o en la última marcha abrazada con amigas. O capturas de pantalla de Instagram: la vidriera de esta generación que elige qué ponerse scrolleando en el celular. Es simple: a partir de #tshirts aparecen 5 millones de resultados.
“Quiero comprarme una remera de la Coneja China”, mandan con un screenshot de una que dice “Te quiero dar y no consejos”. Es que los tuits e ironías estampados por Ana Moreno Hueyo, conocida como @bylaconejachina, ya son un ícono. Sus prendas las usan tanto Francis Mallmann y Antonio Gasalla como Julieta Zylberberg y Griselda Siciliani, e infinidad de bandas indie con las que hace alianzas.
Pero el fenómeno va más allá de ella. Se replica en habitaciones de 2×5 metros devenidas en talleres, sólo con una computadora, un plotter de corte, una plancha estampadora, un escritorio y una estantería. Así es el espacio donde se produce Hammer: la marca que Rocío Jiménez (29) montó en la casa de su mamá, en el cuarto que dejó libre cuando voló del nido. Ella es diseñadora industrial. En 2017, con el dinero de una indemnización, compró un fondo de comercio de una pyme de stickers y apostó. Con la producción de remeras ahora paga su vivienda, sus gastos diarios y sus gustos. “No miro tele. Pero una vez por semana me pongo frente a un escenario, para ver una obra o un recital”, cuenta.
Hammer, además, surgió como un spin-off de otra novedad en los consumos culturales. Porque Rocío empezó, ante todo, como amiga y oyente de Futurock: la emisora on line donde están Bimbo Godoy y Malena Pichot. Las frases de los programas se imprimen en remeras y quedan disponibles para su comunidad, que cuando las compran financian la radio.
“Mi mayor inspiración está en Internet. Y si me gusta una película pienso algún diseño que no sea evidente, como un diálogo de una escena”, cuenta Sofía Rodríguez Galván (26). Remeras de la Patineta es el emprendimiento que tiene junto a su novio. Lo armaron hace 5 años, detectando que faltaba una oferta que combinara ingenio y variedad de talles (“vendemos desde XS hasta XXXL”). Ella es correctora editorial; él trabaja en publicidad. Pero este proyecto les pagó los últimos dos viajes a Nueva York. Este año, entre las remeras que más vendieron, estuvieron las de los nombres de Stranger Things y también una de “San Junipero” (un episodio de Black Mirror). “Los temas fluctúan. Tuvimos encargos con la cara de Luis Miguel. Cada vez que estrenan Game of Thrones son las más pedidas”, explica Sofía desde el gran escritorio blanco en el que fotografía cada tanda de pedidos.
“Diseño memes en remeras”, aclara Rocío. Un meme, según los especialistas en semiótica, es cualquier símbolo cultural. Pero en la jerga actual así se le llama a toda reinterpretación de lo social que se da a través de las redes. “Nace una idea, se me ocurre o me la mandan. La diseño y la publico. Primero, en el sitio web. Luego en Facebook, Twitter e Instagram, que son como mis locales”, explica la mentora de Hammer. “Me pregunta cómo las hago tan rápido. Parece magia. Son fotomontajes. Si me la encargan, la estampo y saco fotos reales.”
“Compro on line y en ferias. Tengo dos con la cara de la princesa Leia, de Star Wars: una dice ‘Don’t call me princess’, la otra ‘A place for a woman is in the resistance’. También uso una de la serie The Handmaid’s Tale”, hace balance de su placard Ana Clara (26, estudiante). ¿Por qué? “Nos estamos haciendo preguntas. A su vez, queremos sembrar la duda en otros. Entonces me pongo esas remeras para incomodar. Así también muestro con orgullo quién soy y qué pienso. Como con los tatuajes, pero con la ropa.”
Ailín tiene 32, es periodista y prefiere las que tienen frases en castellano. También usa una con un dibujo de Travolta y Thurman bailando en Pulp Fiction. “Me la regalaron mis amigas. Se la compraron a las Ninja.”
Las Ninja son Aldana Palavecino y Sofía Lombardía. Amigas, hasta hace un año se dedicaban al diseño audiovisual y a la música. Sin embargo, ahora gritan “¡Sí!”, bien fuerte y sonriendo, cuando les preguntan si pueden vivir de las remeras. ¿La más vendida? “La que tiene tachada la palabra histérica y debajo dice histórica.” La primera estampa de Ninja decía “Fight like a girl”. “Queríamos tener un enfoque definido. Con esa frase dejaríamos claro nuestro mensaje”, repasan.
Rocío también tuvo esa oración entre las primeras Hammer. En el Encuentro Nacional de Mujeres de octubre, se alegró al caminar por Trelew y reconocer sus remeras. “¡Esa la hice yo!”, señalaba. Para De la Patineta lo más habitual son los encargos personalizados, que se pagan por adelantado. “Es divertido no saber qué te van a pedir. Pero tenemos reglas: frases machistas no –aclara Sofía–. Me parece poco ético lucrar si no estoy de acuerdo. A mí me encanta ponerme mi remera con Hermione (el personaje femenino de Harry Potter) para cada marcha.”
“Es una prenda democrática y accesible. La podés usar para ir a la oficina, para ir al gimnasio, para dormir”, analiza Lucía Levy (32). Ella, profesora de inglés, hoy dedicada a las relaciones públicas, está detrás de Pauer: una línea que se vende por la plataforma Colección Zero. “Arranqué en 2016, después de darme cuenta que quería una remera básica, con una frase, pero ninguna me representaba”, recuerda. Este año Lucía mantuvo los precios fijos porque su motivación no es económica. “Quiero que todos puedan tener su Pauer.”
En la mayoría de estas propuestas, los precios rondan entre los $350 y los $600. Los pedidos, on line, en efectivo o con tarjeta, suelen tardar una semana. Se pueden retirar en persona o encargar envíos a todo el país. “Mandamos en moto o en bicicleta dentro de Buenos Aires. Aprendí a llevarme bien con los empleados del correo porque voy una vez por semana”, comenta Sofía, de Remeras de la Patineta.
Más allá de la estampa políticamente correcta, el concepto colaborativo, responsable y consciente está en todo. Material 100% algodón, que las prendas sean inclusivas con instructivos sobre talles, que las etiquetas incluyan métodos de cuidado para las telas. “No tenemos remeras para mujer o para hombre. Ofrecemos cortes entallados o rectos: cada persona elige cuál quiere”, explica Rocío de Hammer. Las Ninja se dividen las tareas: compra de materiales, recepción de pedidos, diseño y estampado, administración de social media. Una vez por semana abren, juntas, el showroom en Palermo.
Autogestión, independencia, diversidad: podría ser la lista de palabras para la estampa de la remera que las represente como emprendedoras. A ellas, que le dieron una vuelta personal y local a lo que se empezó a ver en pasarelas mundiales hace un par de años, cuando Dior lanzó su camiseta con el lema “We should all be feminists”.
Graffiti itinerantes. Prendas que gritan lo que sus modelos quieren decir. Y el sueño de dejar un mensaje. En una reversión de la botella lanzada el mar.
“¿El mayor impacto? –hace memoria Lucía–. Cuando Dolores Fonzi vistió una remera Pauer para una sesión de fotos combinada con ropa de Pablo Ramírez.” ¿Qué decía? “Brava.”