Bulimia y anorexia: el lado B de la pandemia

Bulimia y anorexia: el lado B de la pandemia

Comer mucho, poquito o nada. Esa parecería ser la cuestión en tiempos de Covid-19. Las cifras son contundentes. Los casos aumentaron un 30 por ciento en la Argentina. Y el fenómeno es global.

18/11/2021 16:05

Muchos creen que la pandemia es la madre de todos nuestro s m a le s, a hora también sabemos que es la responsable de un significativo incremento en los cuadros relacionados con los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA). “En nuestra institución, la demanda de tratamiento aumentó un 30 por ciento con respecto a años anteriores”, afirma la psicóloga Olga Ricciardi, directora del CEDA (Centro Especializado en Desórdenes Alimentarios). Y agrega: “Se amplió el rango etario, ya que se presentan casos desde la niñez hasta la tercera edad. Si bien hay distintas sintomatologías, lo que más prevalece es bulimia y anorexia”.

INCERTIDUMBRE CAMBIANTE
Desde que el Covid-19 ingresó en nuestras vidas, todo se modificó. Pasamos de vivir encerrados a ir saliendo según el número de nuestro documento; de reunirnos con 10 personas a volver a aislarnos por la llegada de una nueva ola o cepa extranjera. Esta realidad cambiante nos obligó a convivir con una incertidumbre tan grande que produjo un enorme estrés. “El momento actual, traumático para la humanidad, funciona como suceso desencadenante de patologías psíquicas, que en muchos casos se expresan en desorden con la comida.” Cabe aclarar que los TCA son un tipo de trastorno mental vinculado con la alimentación. Quienes lo padecen tienen una visión distorsionada de su cuerpo y comportamientos perjudiciales. Algunos reducen al mínimo la ingesta de comida: anorexia. Otros se dan atracones para luego provocarse vómitos: bulimia. “Estamos viviendo una situación inédita”, explica Agustina Murcho, nutricionista y autora de tres libros. En el último, Vulnerable (El Ateneo), cuenta cómo superó las alteraciones que padeció desde sus 14 años. “Quedarnos en casa, empezar a encontrarnos con nosotros mismos, desesperarnos porque nos aburrimos, angustiarnos, enojarnos… Fueron momentos difíciles que provocaron que, en personas vulnerables, se dispararan patologías alimentarias.” En la Argentina, al igual que en todos los países en que se implementó el Distanciamiento Social Obligatorio y las cuarentenas estrictas, se perdieron las rutinas que ordenan los actos relacionados con la salud, tales como la alimentación y el ejercicio físico. Estos desórdenes están vinculados con distintos aspectos: falta de hábitos, estados emocionales desestabilizantes, ansiedad. “La cuarentena propone un campo fértil para que algunos o todos estos factores se pongan en marcha, generando alteraciones en la dieta habitual y perdiendo la nutrición saludable”, analiza la licenciada Ricciardi, que hoy cuenta con 400 pacientes en su instituto. “A esto se sumó la fascinación que se produjo con la cocina mientras estuvimos encerrados. Al no poder salir a comprar libremente, todo el mundo se puso a preparar platos que apuntaron a calmar la angustia, recetas que evocaban recuerdos infantiles ligados al afecto, comidas ricas en azúcar, chocolates…” Hay que destacar que cuando hablamos de TCA, no estamos haciendo referencia a alguien que tiene unos kilitos de más o de menos, apuntamos a esas personas, mayoritariamente mujeres, cuyo desorden les ocasiona serios problemas de salud. Una nutrición deficiente puede detener el crecimiento, dañar el desarrollo óseo, afectar las funciones cardíacas, debilitar el sistema inmunológico. Alguien con TCA es definitivamente más vulnerable al coronavirus. Es una realidad que 9 de cada 10 personas que sufren desequilibrios con la comida son mujeres.“Esto sucede porque históricamente siempre se le exigió ser delgada y ‘perfecta’. Por otro lado, si prestamos atención veremos que la mayoría de las dietas están destinadas a ellas, y en redes sociales y medios de comunicación abundan imágenes con cuerpos socialmente aceptados. Si alguien se atreve a mostrar otra cosa, inmediatamente es criticado. Por eso, se observa más en mujeres, pero no quiere decir que no ocurra en hombres”, aclara Murcho. Si bien los movimientos sociales que promueven la aprobación de todo tipo de físicos están creciendo, queda mucho por hacer. Es real que durante la cuarentena hemos pasado más tiempo frente a dispositivos electrónicos. Eso generó, en algunos casos, una manera de estar acompañados, pero también más angustia.

BODY POSITIVE
Ciertos influencers continúan acentuando la belleza externa exhibiendo sus imágenes perfectas y promoviendo una obsesión por los cuerpos hiperdelgados: “Las redes sociales son grandes disparadoras de patologías alimentarias; hay que estar atentos”, dictamina Agustina Murcho. “Los ideales de la posmodernidad solo piensan el éxito de la mano de la delgadez”, entiende la licenciada Ricciardi, que trabaja con personas con trastornos alimentarios hace ya 24 años y continúa: “Desde lo cultural, impera una gran exigencia de cuerpos extremadamente delgados; aunque la estructura física no admita este modelo, se la fuerza con consecuencias graves”. También hay que tener en cuenta que en redes, lo que se ve no es la verdad. Se usan filtros, retoques para mostrar lo que se quiere exponer. Eso crea cuerpos irreales e ideales imposibles de alcanzar. La enfermedad puede comenzar entre los 12 y los 19 años. “La patología alimentaria es una adicción, que progresa con el tiempo y empeora cuando se pierde el contacto con la sociedad”, advierte la doctora Mabel Bello, Magíster en Neuropsicofarmacología, directora médica y fundadora de ALUBA (Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia). “En general, son pacientes inseguros y con mucho miedo al futuro; sin embargo, con el tratamiento adecuado todos se curan”, asegura Bello.

OÍDOS PARA ESCUCHAR
Es así, la bulimia y la anorexia se curan, pero para ello es necesario un tratamiento interdisciplinario, puesto que las causas son psíquicas y por la vía de lo alimentario se producen estragos en el organismo, causando diversas comorbilidades. Se debe ofrecer un plan adecuado, una indicación de ejercicios acorde con la situación y una psicoterapia focalizada. “Cuando la palabra tiene lugar y es escuchada, el acto del atracón, del picoteo o exceso de ingesta o abstinencia, remite. ¿Por qué? Porque la angustia disminuye si se expresa. En la bulimia, los pacientes se tragan palabras en forma de comida y luego las vomitan para no pronunciarlas. Y en la anorexia, se cierra la boca para no hablar”, sostiene Ricciardi. Ninguna de estas enfermedades desaparece sola. Requieren un tratamiento individual y personalizado, ya que los motivos son tan únicos e irrepetibles como lo es el sujeto y su propia historia. “De esta manera, el proceso de cura debe llevarse a cabo con psicólogos, nutricionistas y médicos especialistas; si fuera necesario, también psiquiatras. Todos compartiendo la información de cada área y construyendo lo que llamamos ‘la dirección de la cura’, la cual es diferente en cada caso”, aconseja la directora del CEDA.

LA COMIDA NO ES UNA AMENAZA
Según la Sociedad Argentina de Pediatría, 1 de cada 3 mujeres jóvenes sufre algún trastorno alimenticio. “Para evitar estos problemas, es fundamental no atormentarse ni obsesionarse”, recomienda Agustina Murcho y amplía: “Si se suben algunos kilos, no hay que preocuparse. Luego, cuando se vuelve a la rutina, el cuerpo se acomoda. Lo recomendable es lograr un hábito de comida sana y evitar las dietas”. Según entiende Murcho, existe gran desinformación con respecto a los alimentos. “Hay una gran demonización y se tiende a creer que todo enferma y todo engorda. Cuando, en realidad, los comportamientos son diferentes en cada persona. Lo que sí todos tienen en común es ese miedo a ciertos alimentos; sienten que la comida es una amenaza, también hay mucho pánico a aumentar de peso”. Lo recomendable es hacer las cuatro comidas bien completas (con vegetales, proteínas, hidratos y grasas saludables) y combinar con actividad física. Claro, el cierre de los gimnasios también complicó el panorama. Sin embargo, hoy basta con salir a caminar por cualquier plaza para encontrarnos con numerosos grupos de personas haciendo clases. Ni hablar de las opciones online. Cadenas de renombre, a pesar de haber reabierto sus sedes, mantienen sus atractivas plataformas digitales. Se debe aclarar que la adicción al ejercicio, también puede desembocar en una patología. Ya se ha visto en deportistas de alto rendimiento y en quienes practican ballet. “Se trata de una enfermedad que se cronifica y de la cual es muy difícil salir. Una persona con TCA puede recuperarse, pero muchas veces hay pensamientos que quedan. Con el tratamiento adecuado, se consiguen las herramientas para no recaer y pedir ayuda de nuevo si lo necesita.” La experta Mabel Bello coincide: “Se trata de una adicción, progresa con el tiempo y provoca una pérdida de contacto con la sociedad. Hay que tratarla lo antes posible”. Y si bien el aislamiento desencadenó patologías, permitió a los padres detectar tempranamente estos inconvenientes. El hecho de estar todos en casa, hizo que varias familias volvieran a compartir la mesa. Allí, los comportamientos que antes se pasaban por alto, porque cada uno comía -o no- en el colegio o trabajo, se tornaron indisimulables. Y las posibilidades de ayudar a quienes sufren de TCA crecieron.