Las patologías que alternan la actividad de esta glándula afectan mucho más a mujeres que a varones. Y si bien los síntomas muchas veces se confunden con el de otros cuadros, es fundamental diagnosticarlas a tiempo y seguir el tratamiento. ¿Cómo impactan el estrés y la alimentación?
La glándula tiroides controla el metabolismo basal del organismo, o sea, la velocidad a la que trabajan todas las células del cuerpo. Pero, ¿cuáles son sus funciones principales?, ¿por qué es tan importante?, ¿cómo reconocer las alertas de que algo no anda bien con ella y los principales factores que la enferman? Lo primero que hay que saber es que está situada en la base del cuello y se extiende hacia la izquierda y la derecha de la tráquea, como si fueran las alas de una mariposa. Participa en la producción de las hormonas T3 y T4 y, al ser una glándula endocrina, las vierte en el torrente sanguíneo. Su equilibrio es determinante para el bienestar general.
La doctora María Russo Picasso, jefa del Sector de Tiroides del Servicio de Endocrinología, Metabolismo y Medicina Nuclear del Hospital Italiano de Buenos Aires, enumera sus funciones más relevantes: “Durante la gestación y período neonatal, se encarga del desarrollo del cerebro y el sistema nervioso del feto; en la pubertad colabora con el crecimiento para lograr el aumento de talla, y con las hormonas sexuales para el desarrollo de la madurez reproductiva y los caracteres secundarios. En la vida adulta, una de sus funciones principales es el mantenimiento de la temperatura corporal, esencial para el correcto desarrollo de todos los procesos químicos corporales. De ahí que esté ligada a la regulación del metabolismo, el consumo calórico y la salud de los huesos. De ella depende una buena función cardíaca ya que regula la frecuencia, la fuerza del latido y la presión arterial, del mismo modo que la digestión, el pelo, la piel y las uñas. Por eso es tan importante controlarla en las distintas etapas de la vida. Especialmente las mujeres, que somos cuatro veces más vulnerables a esta enfermedad que los varones”.
¿A qué se debe? Lo explica la endocrinóloga Soraya Battaiola Vitar, médica de planta del Hospital Alvarez, del Centro Mautalen y del Sanatorio Mater Dei: “Las mujeres somos más propensas a estas patologías por las variaciones hormonales. Con esto me refiero a la concentración de estrógenos que presentamos a lo largo de toda nuestra vida. Los niveles tienden a aumentar en etapas como la pubertad, durante el ciclo menstrual, en el embarazo, y tienen valores distintos en el puerperio y la lactancia. También cambian en la etapa de la menopausia. Por eso es más probable que generemos anticuerpos que inhiban o estimulen la producción de ellas y terminen dando lugar a un mal funcionamiento”.
En las mujeres, el desequilibro tiroideo suele ocasionar problemas con el período menstrual que puede ser muy escaso, prolongado o irregular. También ausentarse por varios meses o incluso más, una afección llamada amenorrea. Si el sistema inmunitario está comprometido en la enfermedad, otras glándulas podrían afectarse, por ejemplo, los ovarios. Esto puede provocar menopausia prematura (antes de los 40 años). Cuando afecta el ciclo menstrual, también incide en la ovulación. Es una de las razones por las que resultaría más difícil quedar embarazada.
TODO A MEDIAS
De acuerdo con el exceso o falta de producción de hormonas, presenta dos tipos de patologías: hipo e hipertiroidismo. En este último caso es “como manejar con el freno puesto”, asegura Verónica (49), que hace 22 años le diagnosticaron el cuadro y lo sobrelleva como una eterna pesadilla. Hay un déficit de producción o está por debajo del límite de lo normal o esperable. Se calcula que el 5% de la población lo padece. La causa más común es una inflamación crónica de origen autoinmune llamada tiroiditis de Hashimoto. “Se instala de forma muy lenta y progresiva, los síntomas no son tan notorios y aparecen como inespecíficos. Muchas veces, las alertas que hablan de la patología se detectan de manera tardía”, describe Picasso. Sofía Barral (42), por caso, se enteró en su adolescencia, después de un análisis de sangre. Su mamá consultó porque notaba que su hija tenía la piel muy seca. Ese fue el primer síntoma. Con la medicación siempre llevó una vida normal.
“Lo más importante es ajustarla. En los dos embarazos me hice controles más seguidos, pero nunca tuve ningún inconveniente. Cuando no tomo la medicación, suelo sentir mucho frío, sueño y cansancio. Incluso padezco problemas de estreñimiento.” Los síntomas que relata Barral son los más habituales. Pero hay más, aunque no necesariamente se manifiesten todos a la vez. “A medida que los niveles hormonales se hacen más bajos, aparecen irregularidades menstruales, la frecuencia cardíaca baja, la piel se pone más gruesa y áspera, se hinchan los párpados y las manos, y también se cae el pelo”, dice Picasso.
El aumento de algunos kilos puede tener relación con el hipotiroidismo. “Pero si bien es verdad que la hormona controla el peso a través del metabolismo, este es regulado también por otras, muchas de las cuales actúan a nivel local en el tejido graso, de tal manera que el hipotiroidismo suele contribuir a un aumento, pero en general no es un factor determinante en la mayoría de los pacientes con sobrepeso u obesidad”, explica Picasso.
MÚLTIPLES CARAS
Hipertiroidismo es el estado de exceso de hormonas porque la glándula está hiperactiva. La causa más común es una enfermedad autoinmune llamada de Graves-Basedow, y en general afecta a mujeres jóvenes. A Natalia Martínez se lo diagnosticaron a los 29 años. “Sentía mucha fatiga en ciertos esfuerzos cotidianos, como subir las escaleras o caminar rápido. Además me llevó a consultar darme cuenta de que comía mucho y tenía hambre al rato. No hay nadie en mi familia con este tipo de problema, pero sospeché porque a una compañera de trabajo le hablaron de los síntomas del cuadro contrario”, comparte. Es habitual escuchar en consultorios relatos como el de Natalia.
“Los síntomas se suelen instalar en forma más brusca que los de hipo”, puntualiza Picasso. La aparición de palpitaciones es una de las señales que marcan una disfunción. Los latidos del corazón, en general en forma acelerada, los temblores en las manos y el descenso de peso (a pesar de una ingesta calórica normal o incluso excesiva) hablan de la patología. A veces se cae el pelo, las uñas se tornan más blandas y la piel, más fina, caliente y sudorosa.
A medida que progresa el desnivel hormonal, se agregan los síntomas de otros sistemas: irregularidades menstruales, cólicos intestinales, diarrea e incluso fiebre (estos últimos como un signo de gravedad). El exceso hormonal afecta también el sistema nervioso central, produciendo irritabilidad, insomnio, síndromes de ansiedad como ataques de pánico, razón por la cual se debe descartar en consultas por estos cuadros. Muchas veces se confunden. Los ojos saltones y un bulto (bocio) son característicos así como las tumoraciones en la cara anterior del cuello en caso de nódulos hiperfuncionantes. Las hormonas producidas por este tipo de problemas influyen además en el universo emocional pues potencian o inhiben los sistemas de neurotransmisión de serotonina y noradrenalina en el cerebro humano. En ese sentido, puede llegar a afectar la conducta, condicionar el estado de ánimo y producir alteraciones de la memoria.
SEÑALES DE ALERTA
Las causas son múltiples. Las alteraciones más frecuentes son de origen autoinmune. Esto se debe a una conjunción de factores genéticos y hormonales que no están bien definidos y que son comunes a muchas patologías de otros sistemas. En general, tanto el hipotiroidismo por tiroiditis de Hashimoto como el hipertiroidismo por enfermedad de Graves-Basedow son crónicos. Puede ser transitoria cuando surge por la ingesta de algunos fármacos, como la amiodarona, interferones y el litio. Tampoco desaparece cuando la causa es que la persona fue tratada con yodo radiactivo. ¿Influye el componente hereditario? Sí. Es común que varios integrantes de una misma familia lo padezcan. “Pero lo que se hereda es la predisposición y hay situaciones de estrés o ambientales que pueden desencadenarlas”, explica el médico Eduardo Faure, consultor en Endocrinología.
Las situaciones de estrés se postulan como un factor dominante en personas predispuestas. Asimismo hay investigaciones recientes que analizan la relación entre las bacterias del intestino y el híper e hipotiroidismo “Se está investigando como un factor influyente de las dolencias autoinmunes de estos problemas. De ahí que una alimentación sana, en lo posible orgánica, que disminuya los factores irritantes, regule el uso de harinas y no abuse de la proteína de la leche, llegaría a prevenir. Junto con la ingesta de probióticos o prebióticos. Pero todavía no hay evidencia absoluta, solo algunos estudios científicos recientemente publicados y muy serios que respaldan esta tesis”, comparte Faure.
LA GLÁNDULA SILENCIOSA
Los controles de rutina y análisis clínicos son la clave rápida y certera. Comúnmente, los médicos incluyen la medición de la TSH, una hormona que segrega la glándula hipófisis para estimular el trabajo de la tiroides, y anticuerpos positivos. Si aparece algún dato que indique un desajuste, enseguida se deriva al endocrinólogo. En todos los casos es esencial hacer un seguimiento clínico y comprometerse con la medica - ción a largo plazo. El tratamiento del hipertiroidismo varía según la causa y debe discutirse y evaluarse de acuerdo con la singularidad del paciente. En el caso del hipotiroidismo, el acompañamiento -describe Picasso- consiste en el reemplazo hormonal con tiroi - dea sintética que se toma por vía oral todos los días. “Cuando está bien controlado y se hacen evaluacio - nes periódicas, se recupera el estado de salud y esta afección no interfiere con otros aspectos de la vida”, cierra la especialista.
¿HAY UNA DIETA ESPECÍFICA?
Estar atentas a los síntomas que provocan el desequilibrio de la tiroides y tratarlos -con asesoramiento especializado- son claves para mejorar la calidad de vida. Respecto de la dieta, los expertos señalan una serie de nutrientes, cuya ingesta contribuye a mejorar el funcionamiento de la glándula. En ese sentido, la nutricionista María de los Angeles Sánchez Calvin asegura que el yodo es uno de los principales. Tanto es así, que “para evitar la deficiencia de este mineral se han aplicado importantes estrategias, la más importante es la Ley de Yodación de la sal de mesa”. Además de la presencia en la sal suplementada, el yodo está presente en algas marinas, pescados, mariscos y el pollo. Para quienes poseen un déficit, sin embargo, la ingesta a través de alimentos no es suficiente, por eso algunos especialistas recomiendan suplementos.
“Existen estos nutrientes importantes para asegurar una correcta producción de T4 y su conversión en T3”, explica Sánchez Calvin. Entre ellos enumera al zinc, presente en las carnes rojas, mariscos, germen de trigo y frutos secos. Otros: el hierro, en su forma más biodisponible en carnes y pescados; el manganeso, que abunda en nueces, semillas y cereales integrales. “Es fundamental la vitamina A, la cual se encuentra en forma de betacaroteno a través de los vegetales de color verde (acelga, espinaca), rojo (tomate, pimiento) y naranja (zanahoria, mango, calabaza)”, describe la nutricionista, directora de Siul Medicina. Una última recomendación: la ingesta de selenio, micronutriente que se halla en las nueces de Brasil, los cereales integrales, mariscos y lácteos.
“Hay alimentos de origen vegetal que pueden pro - vocar bocio. Estas sustancias son un tipo de antinutrientes que dificultan el aprovechamiento del yodo, impidiendo que se pueda utilizar para fabricar hormonas tiroideas”, revela Sánchez Cal - vin. Por ejemplo, las crucíferas del género Brassica. El trabajo en equipo y las inter - consultas son buenas estrategias para abordar esta problemática que afecta en la Argentina a más de dos millones de personas.