Es económica, ágil, ecológica y cómoda. Cada vez son más quienes la usan para hacer gimnasia, moverse y trasladarse en tiempos de pandemia.
En 2020 los viajes en bici por la ciudad de Buenos Aires se incrementaron un 114%. El dato surge de un estudio de la Secretaría de Transporte y Obras Públicas del gobierno porteño que seleccionó distintos puntos del mapa y los comparó con la circulación de 2019. También señala que las consultas para la compra aumentaron significativamente en las distintas plataformas. El fenómeno no es sólo local. Google Maps analizó las principales tendencias vinculadas al desplazamiento en todo el país y detectó que, durante la cuarentena, fue el medio de transporte que más creció. ¿Cómo lo saben? Porque las solicitudes de recorridos aumentaron en un 83% de 2019 a 2020, mientras que las vinculadas a transporte público bajaron un 53%. María Marta Gómez vive en el barrio de San Cristóbal y trabaja en un local de ropa de Caballito. “Le pedí a mi hijo adolescente que me preste la suya y voy y vengo de ese modo. Al principio, me dio un poco de miedo salir a la calle pero uso las bicisendas y manejo con cuidado. La verdad que ya disfruto sentir el movimiento de mi cuerpo”, cuenta. El caso de Florencia García es distinto. Ella siempre la usó para ir a la facultad pero ahora también la suma en plan de amigas. “Salimos con las chicas. Vamos haciendo paradas en los parques o plazas, charlamos un rato, reponemos energías y seguimos hasta otra posta. Cada vez llegamos un poco más lejos”, dice.
UN BOOM QUE NO SE DETIENE
Por su economía, su practicidad o por razones de pandemia, vive un auge nunca antes visto. “Es una tendencia mundial de la última década, pero en Argentina este último año nos encontramos con una demanda tremenda”, afirma Daniel Tigani, director ejecutivo de la Cámara Industrial de la Motocicleta, Bicicleta, Rodados y Afines (Cimbra). Según sus cálculos, si en 2017 se habían vendido 1.500.000, en 2018 fueron solo 800 mil, en 2019 cayó a 600 mil y este año se triplicó el último número. “Hoy la demanda supera a la oferta, por eso hay demora en la entrega”, justifica. Tanto es el auge que en los últimos meses se abrió un nuevo canal de venta: las concesionarias de motos empezaron a comercializarlas y se agregaron así a las casas de electrodomésticos o supermercados que ya lo hacían. Además hay cada vez mayor variedad de indumentaria y accesorios para adaptar las responsabilidades laborales a la demanda física (por ejemplo, con alforjas en las que se puede llevar intacta la ropa y cambiarse al llegar). Google Maps creo una especie de GPS: la aplicación permite seleccionarla como medio de transporte y conocer cuál es el mejor recorrido, muestra el tiempo estimado del viaje, da un paso a paso con imágenes de Street View e indicaciones por voz.
EFECTO COVID
Así como Florencia relata que se transformó en un medio para esquivar el aislamiento social, con la pandemia se multiplicaron los encuentros móviles y los planes. “Hubo fines de semana donde era impresionante la cantidad de gente, como si al no poder juntarse en una casa, hubieran decidido hacerlo arriba de las bicis”, señala Leo Spinetto, creador del blog Bicivilizados y con un programa de radio del mismo nombre, dedicado al ciclismo urbano y el transporte público. Tigani cree que en el auge influye el hecho de que la industria empezara a ofrecer una cantidad de modelos aspiracionales, pero además que los millennials y centennials la prefieran cada vez más para moverse en distancias cortas. “A su vez, el programa Amigos de la Movilidad Sustentable, impulsado por el Ministerio de Transporte de la Nación, concientiza y genera acuerdos entre las empresas, los organismos públicos y el canal comercial para favorecer la compra y el uso”, agrega. Para Marcela Espíndola, integrante de la Red de Ciclistas Urbanos, el escenario actual es consecuencia también del movimiento activo y militante que hay en distintos puntos del país y de la creación de infraestructura, con bicisendas y ciclovías. “La pandemia puso sobre la mesa la necesidad de otras maneras de viajar. Eso mismo veníamos sosteniendo nosotros respecto a que es una alternativa para moverse. Cuando el transporte público se limitó a trabajadores esenciales, mucha gente eligió esta opción, no por moda sino por necesidad, y empezó a perderle el miedo”, asegura. El cambio implica pensar más allá: qué tipo de ciudad queremos y cómo interactuar con ella. “Cuanto más lento es el tránsito, mejor para la comunidad. Este medio es un pacificador del congestionamiento y es el momento ideal para que se den políticas públicas y sumemos a más adultos, niños y adolescentes al tránsito. Tiene que estar ligada al disfrute”, explica Espíndola. En sintonía, Leo Spinetto revela que el covid-19 demostró que se necesitan ciudades más amigables, más verdes y que esta manera de trasladarse es clave en la transformación. Mariana Salvador es una abogada, madre y propulsora de la movilidad activa con perspectiva de género. Ella fundó Santa Fe en Bici una organización que promueve el modo de mejorar la calidad de vida. “Este es el modo que elijo moverme; porque llego más rápido y no tengo que buscar estacionamiento, pero hay otros motivos. Vivimos en lugares dependientes del auto particular con graves consecuencias para el planeta y la salud humana. Calles anchas, veredas angostas, pocos árboles, escaso espacio público para el encuentro y el disfrute, siniestralidad, peligros para niños y niñas, difíciles de caminar para adultos mayores y personas con discapacidad”, afirma. Y resume: “Una persona pedaleando es un auto menos, menor riesgo, aire más limpio y una sensación de felicidad y mayor conexión con el entorno”.
ESTILO DE VIDA
Los fanáticos enarbolan las banderas de la filosofía slow –con la que se apuesta a dinámicas más orgánicas-, la calidad con foco en lo saludable y lo sustentable y el ambientalismo. Por eso repiten que ir y venir en esta movilidad implica vivenciar las grandes urbes de un modo más humano y corporal porque sentir el movimiento y el vientito en la cara es bien distinto a cerrar la puerta y poner primera. De alguna manera, la ciudad se convierte en un barrio ya que el ciclista tiene un vínculo diferente con quienes circulan a su alrededor. “Viene a mostrarnos que se puede pensar en una velocidad más humana y que eso es positivo para todas las personas. Es necesario que haya políticas públicas que piensen el entorno para la gente y no para las máquinas y el privilegio de pocos”, afirma Salvador. En sintonía, Espíndola explica que “es una herramienta política, social, económica y ambiental para la vida poscovid. La pandemia de alguna manera ralentizó la vida, por eso esta forma de moverse se ve como una alternativa”. Al mismo tiempo, aclara que no se trata de la bicicleta versus el auto o el sistema de transporte público, sino de entender que no obstaculiza el tránsito sino que es parte de él. Junto a su marido Fernando Rinaldi, Marcela creó Ciclofamilias y armó una bici-escuela para darles clases a adultos que nunca habían aprendido a andar sin rueditas. “Fue un proyecto hermoso que duró seis años. Nuestro trabajo demostró que siempre se puede aprender a manejarla. Tuvimos más de 300 egresados adultos y también incorporamos clases para niños, niñas y adolescentes”, cuenta orgullosa. “Te vuelve a conectar con lo esencial; porque está hecha a escala humana: respetando nuestros ritmos, nuestro cuerpo, la edad. Además usa nuestra propia energía, nos permite ver, saludar, estar y movernos sin depender de otra cosa u otros tiempos y fundamentalmente sin combustibles fósiles”, detalla Mariana Salvador.
TODO PARA GANAR
A los 15 minutos de andar, empieza a bajar el estrés y el colesterol. A la media hora, mejora la respiración y la circulación. Y pasados los 60 minutos, se calcula que se queman unas 500 calorías. Así lo explica el gobierno porteño para promocionar su Sistema de Transporte Público en Bicicletas. En la ciudad ya son más de mil organizaciones –empresas, universidades, embajadas, ONG, bicicleterías y locales comerciales– que firmaron el Acta de Compromiso para promover la movilidad sustentable y la seguridad vial. Leo Spinetto dice que si bien ahora hay más infraestructura, la organización de ciclista está presente en Argentina desde los 90 y menciona que en Rosario, Mendoza, San Juan o Salta vienen logrando grandes avances. De hecho, en la ciudad santafesina, se planea hacer el Foro Mundial de Bicicletas 2021 y será la primera localidad argentina sede de ese encuentro que nació en San Pablo y va por la décima edición. Y como la unión hace la fuerza, en 2016 se formó la Asociación Argentina en Bici que nuclea a grupos de veinte provincias, organizados para lograr políticas públicas y llegar a más personas. “La entidad le debe su crecimiento a la gran participación femenina”, dice Spinettto. Es que también en la militancia de las dos ruedas hay perspectiva de género cuestionando lo establecido y proponiendo otra mirada: “La infraestructura no se pensó para una embarazada ni una niña, un adulto mayor o personas con movilidad reducida. No se hizo foco para nadie más que no sea un sujeto varón productivo, ágil y motorizado. Desde el biciactivismo feminista muchas mujeres y disidencias, consideramos que pedalear es político porque implica una resistencia y una conquista pacífica en un espacio público que nos invisibiliza y violenta”, explica Salvador. Dicen que crisis es oportunidad. Pareciera que el coronavirus dejó en evidencia que pedalear puede ser una mejor opción para moverse y abrió la posibilidad de repensar qué mundo queremos para lo que venga.