Nos juntamos con mi mejor amiga a tomar algo y reencontrarnos, cuando de pronto se abrió el debate: ella quería escribirle a una antigua pareja y yo me alteré. ¿Qué me pasó?
“¿Qué? ¿Estás a favor de que JLo y Ben Affleck vuelvan a estar juntos, pero yo no puedo mandar un mensaje?”, replicó indignada mi amiga, después de nuestra segunda cerveza de reencuentro.
Quizás la enojó mi pausa incómoda o la expresión de horror en mi cara. Yo estaba respondiendo con una regla del deber y la honestidad. Con un mandamiento: “nunca permitirás que una amiga le escriba a una ex pareja desde un bar”. Con este código secreto respondí.
Me hizo preguntarme. ¿Por qué yo, junto con el resto de Internet, puedo entrar en un frenesí de alegría por el reencuentro de Ben Affleck y Jennifer López? ¿Y por qué, en cambio, considero un pecado capital que mi amiga le escriba al ex y quiero confiscar su teléfono?
La reciente cita de Ben y JLo no es el único ejemplo de que las celebridades son excepciones a la regla. ¿Quién podría olvidar ese cruce de caminos predestinado entre Brad Pitt y Jennifer Aniston en los premios SAG el año pasado?
La imagen se quema en mis ojos. Las sonrisas vertiginosas cuando se encontraron en el backstage. Los susurros fugaces. La mano de Jen recorrió el pecho de Brad mientras se alejaba. El apretón final de la mano cuando se fue. Revivir el momento icónico ahora evoca una emoción nostálgica.
Brad y Jen tenían a todos, incluyéndome a mí, suspirando por su reencuentro como adolescentes enamorados mirando su foto. La mención del ex de mi mejor amiga, sin embargo, había desatado un feroz mecanismo de defensa.
El pánico creciente formando un nudo en mi garganta no fue solo una reacción defensiva para ella. Fue una respuesta simbiótica. Cuando el corazón de mi amiga se rompió por primera vez, un pedacito del mío también lo hizo.
Yo fui a quien llamó llorando cuando su separación fue definitiva. También quien pasó las noches en su sillón comiendo helado y los fines de semana siguientes tomando tequila en solidaridad.
El divorcio de Brad y Jen tampoco fue todo sol y arcoíris. Las cosas se complicaron cuando se mudó con Angelina Jolie. La pareja admitió haberse enamorado en el set de Mr and Mrs Smith. Y en esa época Brad todavía estaba casado con Jen. Sin embargo, el mundo (o yo) todavía anhela que vuelvan a estar juntos.
¿Cómo puedo tener sentimientos tan diferentes sobre las parejas famosas y las de mi amiga?
Todo se reduce a que no comí helado llorando ni me emborraché con Jennifer Aniston para acompañar su angustia. Es posible que sepamos todo sobre la vida de nuestras celebridades favoritas y nos emocionemos cuando una pareja se junta. Pero su felicidad, dificultades y angustias, no nos afectan realmente.
Y sólo tenemos la historia de cuento de hadas de su relación. ¿Quién sabe si JLo y Ben Affleck eran en realidad la peor pareja durante una cena? Quizás sus amigos cercanos también dudan sobre su romance reavivado.
Al final, mi amiga se dio cuenta por su propia voluntad que enviarle un mensaje a su ex no era una buena idea. Pero, si ella se hubiera decidido, me gustaría haber podido apoyarla.
Pase lo que pase, por ella siempre tendré un kilo de helado listo y una botella de tequila preparada.